“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

sábado, 23 de julio de 2016

Orando con la vida misma.




17º domingo durante el año
Ciclo C.

1 lectura Gn 18, 20-21. 23-32;
Sal 1371-3. 6-7a. 7c-8;
2 lectura Col 2, 12-14;
Evangelio Lc 11, 1-13




Quizá nos preguntemos, ¿para qué rezar si Dios sabe mejor que nosotros lo que nos hace falta? Nuestra oración no consiste en pedir y solo pedir. Necesitamos mentalizarnos que sin Él nada somos. Oración es alabarlo y agradecerle todo cuanto nos ha dado, empezando por la vida, la fe… Oración es ponernos dócil y confiadamente en sus manos. Oración es tomar conciencia de que, así como él es con nosotros, nosotros debemos ser con nuestros prójimos, tal como Jesús enseña que si no perdonamos de corazón, no esperemos perdón de Dios.

La oración del Padre Nuestro más que fórmula para memorizar es la divina receta de la vida diaria, ¡es lo que Dios espera de nosotros! Por eso insiste en que escuchemos atentamente a su Hijo Jesús y caminemos sobre sus huellas, siendo siempre fieles en su seguimiento. Al mismo tiempo Jesús nos pide que enseñemos a los hombres no sólo a rezar el Padre Nuestro sino que les mostremos este estilo de vida.

 Hoy el mundo necesita ver cristianos en acción, hombres y mujeres que vivan el Padre Nuestro instaurando un mundo nuevo, el Reino de Dios en la verdad y la justicia, en la paz y la caridad, en la reconciliación y la fraternidad, en la libertad y el progreso solidario, en el bienestar compartido.

 El pasaje del Evangelio según san Lucas hoy nos refiere las horas que pasabas entregado a la intimidad con tu Hijo, para que también nosotros gustemos estar contigo sin apuro. Y el Padre Nuestro son palabras brotadas de su corazón de Hijo muy amado, las únicas palabras que tú quieres escuchar de nuestros labios, al punto que si no suenan como esas nunca llegarían a ti. Ayúdanos a no quedarnos en palabras sino a traducirlas en lo concreto de la vida diaria, ¡que oremos con la vida misma!, que es lo que tú quieres de tus hijos, hasta el día que nos congregues en el cielo. Amén.


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