“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

lunes, 4 de julio de 2016

"Debe"

Los discursos son la forma en que las ideas se materializan en nuestro plano de existencia provenientes desde el mundo ideal, pues por el Verbo fue creado el mundo. Y nosotros somos copartícipes de ese poder creador. Nuestras palabras tienen el poder de crear, recrear y destruir todo nuestro contexto.

Confieso que en un primer momento, las declaraciones de Su Santidad después de su viaje a Armenia respecto a que la Iglesia debe pedir perdón a los gays, a los pobres, a las mujeres explotadas, a los niños explotados en el trabajo, por haber bendecido muchas armas, por no haberse comportado muchas veces, me causaron mucha alegría. 

Pero en un segundo momento me causaron confusión. Sé que esta declaración viene como consecuencia de una previa que hizo el cardenal Marx respecto a que la Iglesia debe ofrecer disculpas a los gays por habernos marginado de forma escandalosa y terrible. También sé que en más de un cuarto de siglo, Francisco es el primer Papa que ha puesto la colegialidad de los obispos sobre la Infabilidad Papal.

Es aquí en donde surge mi duda, pues a pesar de las acertadas declaraciones, no parece haber un conjunto de acciones específicas para habilitar una pastoral dirigida al sector lésbico gay de la Iglesia Universal y del que formamos parte. Todavía no hay unidad en el camino de la Iglesia en ese sentido

Mientras que el catecismo obliga a no discriminar a los homosexuales, sino que a tratarnos con respeto, en muchos lugares del mundo, hoy mismo, después de las declaraciones del Papa, hay obispos que olvidan este punto de catequesis y están en discordancia con los dichos de  Marx y Su Santidad, no se diga la comunidad católica de a pie. Tampoco ha habido un enérgico llamado al orden desde el Vaticano para calmar la ola de homofobia que se ha desatado en el mundo tras la masacre de Orlando y que en gran medida tiene su origen en los púlpitos y los altares.

¿A qué me refiero? Lo aclaro.

 Escribo pensando en que es muy fácil dar este tipo de declaraciones desde la cabina de un avión, y son palabras que se agradecen, por cierto. Pero hace mucha falta complementarlas con acciones específicas que empiecen, primero, por recordar a la feligresía que la discriminación por cualquier causa es pecado, por que es excluir de la familia del Padre a un hijo de Dios. Y posteriormente a trabajar en conjunto para asegurar que todas las personas homosexuales que quieran encontrar refugio espiritual en la Iglesia, puedan hacerlo sin temer ser atacadas física o psicológicamente, porque el temor no es un fruto del Espíritu Santo y por tanto, no debería emanar de las acciones de la Iglesia.

Sí. Está claro. La Iglesia debe pedir perdón a los gays por habernos marginado y seguir marginándonos. ¿Cuándo será esto? No sé. Ejemplifico con el caso de los hermanos judíos, a quienes la Iglesia pidió perdón más de treinta años después del concilio Vaticano II y más de cincuenta años después de que terminó la Segunda Guerra Mundial. Signo claro de que no hay prisa para ejecutar acciones tan importantes.

Sin embargo, ahí están dos declaraciones emitidas por un Sumo Pontífice que ha sido instrumento de los nuevos vientos del Espíritu Santo en el Siglo XXI. Las cimientos de algo renovado se están construyendo y seguramente Dios Misericordia tiene algo muy bueno preparado para nosotros dentro de la Iglesia y en nuestra vida personal. Oro por que así sea.

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