“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

sábado, 4 de abril de 2015

BASTA DE SECRETOS Y MENTIRAS

Resurrección de Nuestro Señor
Día de Pascua


Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?". Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: "No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho".  Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo. 


Este pasaje del Evangelio siempre me ha producido cierto temor y dificultades. La tentación de caer en una fácil teología de la gloria, de proclamar infundadas victorias y promover ilusiones conformistas han sido una amenaza constante. Evitar predicaciones optimistas desde una perspectiva simplista me han perseguido año tras año. He tratado de evitar con todas mis fuerzas una predicación triunfalista. Los estigmas, las marcas y señales de la cruz, en las manos, en los pies y en el costado de del cuerpo de Jesús de Nazaret resucitado me han protegido de caer en la trampa de una teología de la gloria y mantenerme fiel a la teología de la cruz. La resurrección es un proceso unitario junta a la cruz. Jamás podemos olvidar ese hecho traumático, escandaloso y provocativo de la cruz y del Dios crucificado. La resurrección, por otro lado, siempre me pareció una acción lógica y esperada.

Con la voluntad de evitar caer en esos facilismos, quiero hoy prestar una especial atención a ciertos detalles que nos pueden ubicar en la intencionalidad del texto y nos pueden ayudar en la renovación de nuestra práctica pastoral de promoción de dignidades de las personas que viven en situación de vulnerabilidad al vih o al sida. En primer lugar este final abrupto del relato evangélico, que en realidad es el comienzo de la acción apostólica y misionera, se ubica en un tiempo que va más allá de todos los sábados rituales. Es un nuevo comienzo, una nueva creación, es el primer día de la semana cósmica. Se ubica en el día de la renovación de la acción creadora de quien sopla con su Espíritu en nuestra realidad y vida. Es un tiempo de ruptura con lo antiguo y con la ley y una apertura a la buena noticia de liberación. Indudablemente este proceso de cruz y resurrección contradice todas las expectativas de quienes quería dominar la interpretación de las Escrituras con posiciones hegemónicas y excluyentes, y aún de aquellas discípulas que con toda lógica iban a encontrarse con un cadáver. Por lo tanto el primer detalle que sale a nuestro encuentro es la liberación de los tabúes y rituales que desde todos los sábados oprimen nuestras comuniones y nuestras acciones.

La segunda ruptura y gran escándalo, son las mujeres que toman iniciativas asignadas culturalmente a su género, pero que en el proceso de la resurrección son superadas en sus propias expectativas y empoderadas para ejercer tareas asignadas, aún hoy por muchas comunidades cristianas, exclusivamente a varones. Esas mujeres serán desde este acontecimiento, como diría Teresa de Jesús, varones fuertes. Este grupo vulnerable al estigma, a la descalificación y a la marginación, deviene en actor protagónico de la escena y de la misión. Además de ubicarnos en el nuevo tiempo del Reino, también la resurrección es un proceso de empoderamiento de grupos y personas consideradas fieles y personas de segunda y débiles por los criterios culturales y religiosos imperantes. En el contexto del vih y del sida podemos imaginar con cierto atrevimiento que son esas personas y esos grupos vulnerables los encargados de anunciar a quienes nos consideramos los discípulos, la buena nueva de un tiempo recreador de criterios sociales, culturales y religiosos. ¡Qué tremendo ejercicio espiritual es pensar a los convertidos siendo convertidos por los grupos vulnerables! Ese es el escándalo y la cruz que encontramos en este relato.

Me encanta la forma de hablar de este misterioso joven sentado a la derecha de la tumba, vestido con una túnica blanca. ¡Qué sobriedad para describir la situación y la persona! Nada de fantasías esotéricas. Sus primeras palabras tienen el objetivo de calmar nuestros temores y miedos frente a una búsqueda en perspectiva de discipulado de Jesús de Nazaret, el Crucificado. En el núcleo del relato de la resurrección la forma de denominar a quien confesamos como el Cristo del Dios del Reino, resalta y pone de relieve que Aquel viene de un pueblito marginal y olvidado y que por sus compromisos con los vulnerables de todos los sistemas sociales, culturales y religiosos, asumió las consecuencias de esas comuniones y por todo ello es el Crucificado.
Ese Jesús de Nazaret, el Crucificado nunca lo podremos encontrar en los espacios de muerte, en los sistemas de opresión ni junto a los que detentan poderes hegemónicos que excluyen y desconocen la diversidad. Esos sistemas había ubicado a Jesús de Nazaret en el espacio ideológico de todas las muertes y de todos los estigmas. La resurrección lo mueve de esa clasificación, supera y rompe las barreras ideológicas y se mueve hacia otros espacios de dignidad y desafíos.

En este contexto de expectativas y cumplimientos, es joven vestido de blanco, nos pide que también nosotros y nosotras no nos quedemos resignados en los espacios asignados de estigma y marginación en el cual la sociedad y muchas veces la iglesias mismas ubican a personas y grupos en situación de vulnerabilidad del vih. Este texto nos propone toda una hoja de ruta para liberarnos de esos espacios.
Ahora este grupo vulnerable de ciudadanos y creyentes de segunda de acuerdo al antiguo régimen reciben el mandato de romper los silencios. Aquello que durante todo el evangelio, Jesús de Nazaret, pidió que se mantuviera en secreto y que no se lo dijeran a nadie, ahora hay que romper los secretos que siempre tejen redes de mentiras. Ahora todas y todos nos podemos manifestar tal cual somos, con la diversidad de identidades y con la diversidad de escuchas de la Escrituras y del anuncio de las buenas nuevas. Ha llegado la hora de hablar, de romper todas las complicidades de silencio y de prudencia. Anunciar que Aquel a quien seguimos como discípulos y discípulas no se ha quedado en el espacio de la muerte. Ahora se nos pide que la nueva comunidad a la cual nos convoca Jesús de Nazaret, el Crucificado, que ya no está en el sepulcro, y que hemos contemplado con nuestros ojos el lugar en que el sistema lo había colocado, nos pide que vayamos a Galilea. Allí donde todo comenzó ahora es el lugar de origen de la nueva comunidad. No se inicia en Jerusalén, el espacio de los que se oponen al anuncio incondicional de una buena noticia de inclusión sino en las márgenes de esa sociedad jerárquica. Galilea representa todos los lugares impuros y sospechosos para todas las ortodoxias con pretensiones hegemónicas. Estamos en los tiempos de la nueva creación que exigen una nueva comunidad que se construye desde los márgenes de todos los sistemas.

Indudablemente el salir de los cómodos espacios de la muerte y del conformismo da miedo. Estamos tan habituados a nuestros cementerios sociales y tumbas blanqueadas de tantas hipocresías y cegueras religiosas, que el poder abandonar esos espacios incómodos pero conocidos nos hacen templar y nos ponen fuera de si. Muchas veces ese mismo miedo nos han llevado a domesticar el evangelio sacándole el escándalo y la cruz. Este es el día en que debemos superar nuestros miedos y reconocer que ya no podemos, por miedo, dejar de anunciar que se ha iniciado un tiempo nuevo de comuniones en la diversidad y un espacio donde cada uno y cada uno pueden asumir su identidad sin secretos ni mentiras. Solamente en las Galileas de nuestro tiempo y de nuestras comunidades de fe podremos ver al Jesús de Nazaret, el Crucificado que buscamos para verlo.


Para la revisión de vida

“Dios también es discernible y presente en los márgenes. No es apropiado el focalizar la presencia de Dios (2º Samuel 7, 5-9) El relato bíblico ha revelado que Dios camina en los márgenes y que también le encontramos en la periferia y uno mismo tiene, en consecuencia, que encaminarse desde el centro del poder hacia los márgenes de la sociedad y experimentar a Dios de formas nuevas y de manera nuevas porque Dios viene hacia nosotros y nosotras por medio de preguntas inquietantes y perturbadoras”

La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular.


Por Lisandro Orlov
Pastoral Ecuménica VIH-SIDA

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