“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

jueves, 22 de agosto de 2013

Lo mejor de mi para un mejor nosotros.

Cuenta la historia que ...

El rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El roble dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el pino. El pino estaba triste porque no podía dar uvas como la vid. La vid se moría porque no podía florecer como el rosal, que, a su vez, lloraba porque no era fuerte y sólida como el roble.

Entonces, encontró un clavel florecido y lozano como nunca.

El rey le preguntó:
─¿Cómo es posible que crezcas tan saludablemente en medio de este jardín mustio y umbrío?

La flor contestó:
─Siempre pensé que, ya que me plantaste, querías claveles. En aquel momento, me dije: “seré el mejor clavel que pueda”. Aquí me tienes, el más hermoso y bello clavel de tu jardín.

(Autor desconocido)


...


Ser otro, ser uno que no se es tras una máscara preservadora, adoptar un personaje que se supone “encantará” a los demás son una de las tantas conductas que se adoptan por temor a asumir lo que verdaderamente se es.

El “asumir” nos habla de tomar conciencia de algo y a partir de ahí comenzar un proceso de modificación donde se potencia lo positivo y se convierte el error en aprendizaje.
Asumir no es aceptar ni resignarse. Quien se resigna se paraliza: “Esto es lo que me tocó. Así es la vida”. Aceptar es conformarse: “Yo soy así. No voy a cambiar”. Adoptar una de estas posiciones nos habla más de ser un espectador de la vida que un actor.
Ser uno mismo es un desafío. Es libertad. Ser otro será lo más parecido a un plagio.
Desde niños se carga con la mochila de mandatos familiares que dicen quién se debe ser. Un “deber ser” alejado de lo que uno realmente es. Es la eterna lucha entre lo culturalmente esperado por los demás y lo que cada uno siente que es.
Una hipocresía teñida de temor que nos obliga a olvidarnos de nosotros mismos y dejarnos arrastrar por una vorágine impuesta desde el afuera que nos llevará a hacer un culto del “tener” que enmascara y abandonar el “ser” que revela lo que realmente somos.
Someterse a una actitud sumisa frente a lo impuesto, frente a condicionamientos o mandatos, dados por la familia y otros deudos sin cuestionarlos nunca, por un lado,  o buscar desesperadamente poseer esa imagen idealizada de lo que los demás esperan de uno, por el otro, condena a la no satisfacción personal. Aunque suene duro, siempre se será una mentira. Se es esclavo de una imagen que no se es.
Si la mentira es la madre de todos los vicios, será bien sabido hacia dónde estará dirigido el proyecto de vida de cada uno. Ocultar lo que realmente se es significa negar la esperanza de una vida mejor.
Si deseo no ser otro que el que soy, debo transformar este deseo en acción. Ser consciente de este proceso es el gran desafío.
El asumir lo que “se es” habla de autoestima que muchos confunden con egoísmo, sin embargo, hasta el mismo Jesús afirma “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este “como a ti mismo” encierra un acto de amor que no debe ser confundido con la egolatría.
Es la búsqueda de lo esencial, “eso que es invisible a los ojos” y que  hace ser lo que  realmente se es y asumirse como tal.
Complacer siempre las demandas de los otros distancia de la esencia y del camino de la búsqueda de la felicidad que algún día se bosquejó fuera “del mundanal ruido” y en la intimidad de los pensamientos.
Aquel que trabaja con su interior refuerza su identidad, lo cual le permite abrirse a los otros tal cual es. Sin temores. Nada más alejado de relaciones hipócritas y “políticamente correctas”.  
Uno es el que elige: u opta por el miedo u opta por el amor.
Aventurarse a una vida libre de culpas de no ser lo que los otros desean que uno sea implica saber recordar sin que las emociones negativas paralicen. Recordar quién se era, mirar el pasado sin atorarse ni enredarse en él. Por, sobre todo, volver a percibir aquello que se deseó ser y que otorga la posibilidad de gozar de la vida tal cual es.
Entonces, será la vida que uno desea vivir. La que emociona, la que desafía y apasiona. Se podrán identificar propósitos y metas. Solo así, asumiendo con valor lo que realmente uno es, la vida tendrá sentido.

Lo mejor de mi para un mejor nosotros.
Lo mejor de mi para un mejor nosotros.  



Autor: Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación


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