“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

sábado, 28 de abril de 2012

“Tengo además otras ovejas que no son de este corral”

Domingo 29 - Domingo 4º de Pascua.

Hay una diversidad de comunidades de fe pero una solo hermenéutica, la de Jesús de Nazaret que nos libera de todas las tiranías, aún de la tiranía de la ira de Dios mismo.


PRIMERA LECTURA
Hech 4, 8-12

SALMO
Sal 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29

SEGUNDA LECTURA
1Jn 3, 1-2

EVANGELIO
Jn 10,11-18


Resucitó el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se entregó a la muerte por su rebaño. Aleluya.

El título de “buen pastor” no se aplicaba a los líderes religiosos sino que era una forma de designar la tarea y responsabilidad de reyes y funcionarios políticos diversos, y seguramente sonó muy extraña y escandalosa a los primeros oyentes ya que no estaban acostumbrados aplicar este título a quienes ejercían funciones religiosas.

Seguramente consideraron como una usurpación de tareas y mezclar el espacio secular con el religioso. Si bien ciertas espiritualidades cristianas han edulcorado tanto en imágenes como en conceptos este afirmación tomada del mundo político,  es importante retornar a su significado original y destacar que el núcleo del Evangelio tiene necesariamente que ver con el mundo político porque los grandes temas de los consensos sociales como justicia, equidad, inclusividad, forman parte esencial de toda proclamación de la buena nueva que anuncia y vive Jesús de Nazaret. Esa sed y hambre de justicia que siempre sobrepasa toda propuesta de gobiernos, partidos y estructuras políticas y las trasciende, es una de las marcas arriesgadas del anuncio del Reino y políticos y religiosos de ese tiempo comprendieron rapidamente el riesgo del crecimiento de una comunidad que asume esta perspectiva política y religiosa.

Esa preocupación por el bienestar de las ovejas lleva al buen pastor a arriesgar su vida por ellas. La cruz acompaña esencialmente el compromiso con la justicia, equidad y solidaridad en inclusividad. Buen pastor y cruz se unen en la tarea de asegurar toda paz fundada en la justicia y toda reconciliación construida sobre la verdad.

Este buen pastor conoce las urgencias de las ovejas  y ese conocimiento es puesto en el nivel de la intimidad de conocimiento que existe entre Jesús de Nazaret y el Dios del Reino.  Esa cercanía, intimidad, convivencia hace que haya un escucharse mutuamente en confianza.

Ser buen pastor es un riesgo porque su tarea principal es enfrentar los diversos lobos que las dominaciones y potestades comerciales, industriales y teológicas envían para confundir con sus muchas voces a las ovejas y a las personas amenazadas de diversas opresiones expresadas en estigmas y discriminaciones de muchos colores.

En oposición a pensamientos excluyentes y con tentaciones nacionalistas y de superioridad racial o hermenéutica, Jesús el de Nazaret, revela que en el plan de Aquel que es el Pastor de los pastores, hay otros rebaños, porque los rebaños son de múltiples colores cual un arcorisis. Es muy posible que al hablar de los otros rebaños el evangelista se refiere tanto a los gentiles, es decir aquellas personas y pueblos que los que se sentían elegidos miraban con desprecio y los consideraban diferentes, extraños y extranjeros. También es muy posible que se refiriera a otras comunidades cristianas diferentes a las formadas teológicamente por el círculo de Juan el evangelista.

Por otro lado, es importante para la construcción de una cristología liberadora asumir que la pasión es una consecuencia paradójica de ese anuncio a quienes los que se sienten dueños de la inclusividad les resulta una blasfemia. El buen Pastor entrega su vida, no porque hay una planificación estratégica divina que ya lo determinaba desde la eternidad sino que es producto de la libre interacción entre dos escuelas interpretativas de las escrituras que en Jesús de Nazaret se hace Palabra viva y encarnada. Hay una diversidad de comunidades de fe pero una solo hermenéutica, la de Jesús de Nazaret que nos libera de todas las tiranías, aún de la tiranía de la ira de Dios mismo.

Indudablemente las comuniones escandalosas de las mesas vividas y propuestas por Jesús de Nazaret van a causar murmuraciones y divisiones en quienes continúan apegados a los esquemas interpretativos del antiguo régimen, pero la fuerza liberadora de esas mismas comuniones se han adueñado de los procesos históricos que a través de tortuosos caminos siempre nos llevan a promover más inclusión, más libertad, más igualdad y más amplias comuniones. El Espíritu nos lleva cada día a ampliar nuestro concepto universal de todos los derechos, dignidades, identidades e inclusiones.

Resucitó el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se entregó a la muerte por su rebaño. Aleluya.

Tu bondad y tu gracia nos acompañan a lo largo de nuestras vidas.


Adaptación de Homilía de Lisandro Orlov, realizada en oración con personas con VIH.





sábado, 14 de abril de 2012

Esto que soy, ésto te doy.

Domingo 15 - 2º domingo de Pascua
Fiesta de la Divina Misericordia.

Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.»

PRIMERA LECTURA
Hech 4, 32-35


SALMO
Sal 117, 2-4. 16-18. 22-24


SEGUNDA LECTURA
1Jn 5, 1-6


EVANGELIO
Jn 20, 19-31



Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»

El local cerrado a cal y canto como consecuencia del miedo, delimita el espacio de la comunidad, fuera está el mundo hostil. Como el antiguo Israel, en su éxodo, están atemorizados ante el poder del enemigo.

En el relato vemos a los discípulos encerrados por temor ... a los judíos. Sin embargo los discípulos de hoy día tememos no a los judíos, sino a otras personas (muchos hasta resultan ser familiares y hasta amigos) que nos ayudan a ofrecerle resistencia a ese Señor y Maestro al que en el fondo de nuestro ser queremos seguir. Estos seres a los que tememos nos han ayudado a borrar esa sonrisa , que ha herido muchas veces nuestra manera de ser y, por ello, nuestra manera de creer y de vivir.

Miedos, miedos y más miedos han ocasionado ese encierro y ese alejamiento de nuestra vocación de santos, y a causa de ello, la forma de apartar a Jesús (el Cristo) de nuestro centro ... y a la larga del desplazamiento total.

Los miedos y las  dudas no tienen nada de ilegítimo o escandaloso. La resistencia a creer de Tomás (y de todos los Tomases)  revela honestidad y búsqueda ... Y Jesús le entiende y viene a su encuentro mostrándole sus heridas.

Jesús le invita a profundizar más allá de sus dudas: "No seas incrédulo, sino creyente".

Pero el detalle es exquisito: Jesús aparece en el centro, porque, ahora, Él es para ellos la única referencia y factor de unidad. La comunidad cristiana está centrada en Jesús y solamente en él. No atravesó la puerta o la pared, no recorrió ningún espacio; se hace presente en medio de la comunidad directamente. Y allí también lo encontramos nosotros ... y allí debe estar: en el centro.

Y es desde allí, en su aparición, que saluda (y nos saluda) de una manera muy especial. «La paz con vosotros.» Este saludo es también su PAZ, y a nosotros se dirige.

Esta PAZ es mucho más que la ausencia de conflictos y de guerras ... es la PAZ del mismo Dios que anida en nuestro ser.


No hemos de asustarnos al sentir que brotan en nosotros dudas e interrogantes. Las dudas, vividas de manera sana, nos salvan de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, sin crecer en confianza y amor.

Las dudas nos estimulan a ir hasta el final en nuestra confianza en el Misterio de Dios encarnado en Jesús.

El mensaje para nosotros hoy es muy claro: sin una experiencia personal, llevada a cabo en el seno de la comunidad de los creyentes, es imposible acceder a la nueva Vida que Jesús anunció antes de morir y ahora está comunicando a todo el que se abre a su mensaje.

Todos nosotros tenemos que pasar por el mismo proceso que tuvieron que superar los discípulos. Se trata del paso, del Jesús “aprendido”, al Jesús experimentado. Ese cambio siempre será difícil, pero sin él, no hay posibilidad ninguna de entrar en la dinámica de la resurrección. Que Jesús siga vivo, no significa nada si no vivo yo mismo.

«La paz con vosotros.»



domingo, 8 de abril de 2012

SI NOSOTROS NO RESUCITAMOS, NUESTRA FE ES VANA

Domingo 08 de Abril de 2012


“La fe pascual consiste en que el corazón ilumina los ojos hasta ver que Dios es siempre compañía de la vida, sobre todo cuando es crucificada".


PRIMERA LECTURA
Hech 10, 34. 37-43
SALMO
Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23
SEGUNDA LECTURA
Col 3, 1-4
EVANGELIO
Jn 20, 1-9



La realidad pascual es, tal vez, la más difícil de reflejar en conceptos mentales. La palabra Pascua (paso) tiene unas connotaciones bíblicas que pueden llenarla de significado, pero también nos pueden despistar y enredarnos en un nivel puramente terreno que nada nos dice de lo que estamos celebrando. Lo mismo pasa con la palabra resurrección, también ésta nos constriñe en una connotación de vida y muerte biológicas, que nada tiene que ver con lo que pasó en Jesús y con lo que tiene que pasar en cada uno de nosotros.

La exégesis lleva muchos años aportándonos elementos de juicio que pueden ayudarnos a interpretar lo que quieren decir los textos. Reconozco que su principal tarea es negativa, es decir, nos indica los errores que hemos cometido al interpretar los relatos, por no tener en cuenta la manera de hablar de la época. Pero aún así, sus aportaciones son valiosísimas, porque nos obligan a intentar nuevas maneras de entender los textos, que pueden acercarnos al verdadero sentido de lo que nos quiere decir el NT.

La Pascua bíblica fue el paso de la esclavitud a la libertad, pero entendidas de manera material y directa. También la Pascua cristiana debía tener ese efecto de paso, pero en un sentido completamente distinto. En Jesús, Pascua significa el paso de la MUERTE a la VIDA; las dos con mayúsculas, porque no se trata ni de la muerte física ni de la vida biológica.

El evangelio de Juan lo explica muy bien en el diálogo de Jesús con Nicodemo. “Hay que nacer de nuevo”. Y “De la carne nace carne, del espíritu nace espíritu”. Sin este paso, es imposible entrar en el Reino de Dios.

Cuando el grano de trigo cae en tierra, “muriendo”, desarrolla una nueva vida que ya estaba en él en germen. Cuando ya ha crecido el nuevo tallo, no tiene sentido preguntarse qué pasó con el grano. La Vida que los discípulos descubrieron en Jesús, después de su muerte, ya estaba en él antes de morir, pero estaba velada. Solo cuando desapareció como viviente biológico, se vieron obligados a profundizar. Al descubrir que ellos poseían esa Vida comprendieron que era la misma que Jesús tenía antes y después de su muerte.

Teniendo esto en cuenta, podemos intentar comprender el término resurrección, que empleamos para designar lo que pasó en Jesús después de su muerte. En realidad, no pasó nada. Con relación a su Vida Espiritual, Divina, Definitiva, que no está sujeta al tiempo ni al espacio, por lo tanto no puede “pasar” nada; simplemente continúa. Con relación a su vida biológica, como toda vida era contingente, limitada, finita, y no tenía más remedio que terminar. Como acabamos de decir del grano de trigo, no tiene ningún sentido preguntarnos qué pasó con su cuerpo. Un cadáver, no tiene nada que ver con la vida.

Pablo dice: Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana. Pero pensemos que un Jesús en cuerpo, saltando de la ceca a la meca, atravesando paredes y puertas cerradas, para colocarlo después en el cielo a la derecha de Dios, no nos serviría de gran cosa. Yo diría: Si nosotros no resucitamos, nuestra fe es vana, es decir, vacía.

Aquí debemos buscar el meollo de la resurrección. La Vida de Dios, manifestada en Jesús, tenemos que hacerla nuestra, aquí y ahora. Si nacemos de nuevo, si nacemos del Espíritu, esa vida es definitiva. No tenemos que temer a la muerte biológica, porque no la puede afectar para nada. Lo que nace del Espíritu es Espíritu. ¡Y nosotros empeñados en utilizar el Espíritu, para que permanezca nuestra carne!

Los discípulos pudieron experimentar como resurrección la presencia de Jesús después de su muerte, porque para ellos, efectivamente, había muerto. Y no hablamos sólo de la muerte física, sino del aniquilamiento de la figura de Jesús. La muerte en la cruz significaba precisamente esa destrucción total de una persona. Con ese castigo se intentaba que no quedase nada de ella, ni el recuerdo.

Por esta razón es muy problemático el relato de un entierro de Jesús por unos desconocidos. Los que le siguieron entusiasmados durante un tiempo, vieron como se hacía trizas su persona. Aquel en quien habían puesto todas sus esperanzas, había terminado aniquilado por completo. Por eso la experiencia de que seguía vivo, fue para ellos una verdadera resurrección.

Hoy nosotros tenemos otra perspectiva. Sabemos que la verdadera Vida de Jesús, la divina, no puede ser afectada por la muerte física, y por lo tanto, no cabe en ella ninguna resurrección. Pero con relación a la muerte biológica, no tiene sentido la resurrección, porque no añadiría nada al ser de Jesús. Como ser humano era mortal, es decir su destino natural es la muerte. Nada ni nadie puede detener ese proceso, que no es de destrucción sino de maduración.

Cuando vemos la espiga de trigo que está madurando, ¿a quién se le ocurre preguntar por el grano que la ha producido y que ha desaparecido? El grano está ahí, pero desplegado en todas sus posibilidades de ser, que antes sólo eran germen.


Fray Marcos
    Publicado en  FE ADULTA

lunes, 2 de abril de 2012

El hombre del cántaro.


El primer personaje del evangelio que sale del armario.

Nos dice el autor que dedica este artículo al grupo de personas gays a quienes las iglesias cristianas deben una reparación por haberlas denostado por siglos. Salvador Santos, autor de “Un paso, un mundo”, es especialista en exégesis de Marcos, discípulo y colaborador de Juan Mateos. Hoy empieza una colaboración en ATRIO, que espero sea muy duradera y provechosa.

Hay personajes del evangelio cuya notoriedad ha sobrepasado los márgenes del texto donde se recogen sus actuaciones. Son figuras históricas o virtuales de rango universal, tales como Lázaro, la Hemorroísa, la Samaritana, Jairo, María Magdalena, Pedro, Zaqueo… Junto a estos actores de primera fila, otros, sin rostro, ni protagonismo residen arrinconados en los estantes menos visibles del relato evangélico. Uno de los más desconocidos es el Hombre del Cántaro.

El Hombre del Cántaro pasa inadvertido la mar de las veces. Su paso por la escena es visto y no visto. Una aparición tan efímera en el texto explica que los lectores apenas nos hayamos fijado en él a pesar de que le nombran dos de los tres primeros evangelios. Para indagar en su identidad y estar al tanto del papel que desempeña seguimos la lectura de Marcos, la fuente principal:

12. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron sus discípulos:
-¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? 13. Él envió a dos de sus discípulos diciéndoles: -Id a la ciudad, os encontraréis con un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, 14. y donde entre decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está mi aposento, donde voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos?”. -15. Él os mostrará una sala en alto, grande, alfombrada, dispuesta; preparádnosla allí. -16. Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron las cosas como les había dicho y prepararon la cena de Pascua. (Mc 14, 12-16).

12. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual La narración comienza con dos datos temporales contradictorios. Las dos fiestas, la de la Pascua y la de los Panes Ázimos (mazzots), coincidían en su fecha de celebración por razón de que rememoraban un único acontecimiento, la liberación de la esclavitud en Egipto. Pascua y Ázimos comenzaban al iniciarse el día 15 de nisán, es decir, al anochecer del 14, según el modo judío de contar el día: de puesta a puesta de sol. El cordero, elegido el día 10, debía ser macho, de un año y sin mancha ni defecto. Se sacrificaba en el recinto del templo entre las 2,30 y las 5,30 del mediodía del 14. Nadie salvo un no judío desconocedor absoluto de las fiestas podría afirmar, como hace aquí Marcos, que el cordero pascual se sacrificaba el día primero de los Ázimos.

 Marcos conocía a la perfección cada momento de las fiestas. Anteriormente había dado cuenta de su cercanía (14,1). ¿Por qué, entonces, esa incongruencia tan evidente y manifiesta? Los muchos intentos por explicarla no resultan convincentes. Cabe, pues, pensar en el recurso típicamente suyo de utilizar dos datos temporales contradictorios (1,32; 4,35) como invitación al lector a hacer un alto en la lectura y dirigir su mirada hacia la situación que ha motivado los hechos.

Acerquémonos a ellos: Nuestro autor, Marcos, ha destacado previamente la ansiedad de la aristocracia sacerdotal y de los máximos representantes de la ideología oficial por prender a traición a Jesús con el fin de darle muerte antes del inicio de los festejos (14,1-2). Él disfruta tranquilo en casa de un marginado. En ese escenario una anónima mujer le muestra con un desbordante amor que acepta su proyecto hasta las últimas consecuencias. La entrega de la mujer desata la tensión en los discípulos, que interpretan su gesto como exagerado e inútil (14, 3-8). El grupo de seguidores no sale de sus coordenadas nacionalistas y demuestra una escasa adhesión al proyecto del Galileo. El desacuerdo desemboca en la traición de uno de los Doce. Los dirigentes sacarán partido de las divergencias. Ha fraguado la complicidad y los instintos criminales entran en ebullición (14, 10-11). Los acontecimientos parecen precipitarse.

Le dijeron sus discípulos: ¿Donde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? En medio de esa atmósfera de arrebato, con las fiestas echándose encima, los discípulos toman la iniciativa. Ellos daban por hecho que la celebración de la cena de Pascua al modo tradicional entraba en los planes del Galileo y le urgieron, por tanto, a que determinara el escenario de la capital donde convendría llevarla a cabo. El ambiente festivo, donde la conciencia de pueblo alcanzaba su punto de efervescencia, propiciaba la costumbre de que los habitantes de la ciudad brindaran gratuitamente locales y terrazas de sus domicilios a las decenas de miles de peregrinos venidos a Jerusalén para la ocasión. En cada estancia se reunían por término medio entre diez y veinte comensales.

Llama la atención en la pregunta de los discípulos su sentido restrictivo: a prepararte (lit. para que comas), cuando se esperaría una propuesta en plural (siguiendo la literalidad: para que comamos). ¿Qué se esconde tras esa formulación en singular? El grupo observó la cena de Pascua como la mejor oportunidad para que él aceptara por fin los sagrados ideales mesiánicos trazados en el Antiguo Testamento. No había mejor ocasión para que asumiera el liderazgo de un movimiento popular contra el imperio dominante. Ése debería ser su momento; ésa sería su Cena, la que inauguraría la nueva Pascua. A tal fin los discípulos se ofrecieron como servidores incondicionales.

13. Él envió a dos de sus discípulos diciéndoles: - Id a la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, 14 y donde entre decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está mi aposento, donde voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos?”. Pero los planes de Jesús diferían de la estrategia de los discípulos y no respondió directamente a su requerimiento. Antes bien, se hizo cargo de la situación y señaló los pasos a dar.

En primer lugar envió a la ciudad a dos de los discípulos. No se mencionan sus nombres; el número dos lo dice todo. Representan a la sociedad alternativa como en 6,7: “convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos”. Se emplea el verbo que define una de las características esenciales del grupo: ser emisarios con un encargo de Jesús (Mc 3,14).

La ciudad, centro del poder político, religioso y económico, será el destino de los enviados, pero ni el guión a desarrollar, ni el objetivo a conseguir tendrán que ver con los propósitos de los discípulos. El Galileo no les aportará una dirección precisa, tampoco un itinerario detallado; sí, en cambio, pondrá a su alcance una señal inesperada, dinámica y claramente reconocible cuya estela les conducirá hasta el lugar idóneo. Habrán de coincidir con el Hombre del Cántaro: “os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua”.

El matiz del verbo “salir al encuentro”, sugiere que la iniciativa corresponde al personaje en cuestión (Lc 17,12). El bullicio en un día tan señalado daba para toparse con un hombre cargando cualquier objeto, pero no un cántaro. El cántaro era recipiente propio de mujeres. Ningún hombre habría tenido la mala ocurrencia de andar por las concurridas calles cargando un cántaro de agua. Además de concentrarse en él, recelosas, todas las miradas, le habrían apedreado sin más. El insólito personaje obliga a los discípulos a dejar atrás sus prejuicios para abandonarse en quien menos confiarían. Las preguntas surgen solas: ¿Quién es ese hombre del cántaro? ¿De dónde ha salido?

Los datos orientan al sentido figurado. Se trata de un ser humano con apariencia de hombre y comportamiento de mujer. Persona y cántaro conforman una unidad. Trasladando su completa imagen a nuestra cultura hablaríamos de un hombre vestido con falda y tacones. Su figura responde a la de un afeminado. No importa su procedencia, sino que está allí. Eso no tiene discusión. Y es como es. Su perfil lo dice todo. Este ser humano será el elegido por Jesús para orientar a los discípulos. Su compostura femenina anuncia que ellos han de invertir su manera de mirar la Pascua.

El hombre-mujer, impensable en la mentalidad judía, rompe los esquemas ideológicos de los enviados. Precisamente eso pretendió el Galileo acudiendo a él como figura representativa, subvertir en el grupo de discípulos unos valores alineados con la violencia nacionalista. Iban descaminados los que subestimaron el gesto de la mujer del perfume. Aquella mujer apuntaba en la buena dirección con su actitud comprometida a amar sin límites hasta entregar la propia vida en favor de los más débiles.

El hombre del cántaro quiebra el orden establecido como natural. Su sola presencia advierte a los enviados de la invalidez de sus códigos de conducta. Sin él, los discípulos carecen de rumbo y destino seguros. El hombre del cántaro les saldrá al paso como la única garantía de hallar lo que buscan. Ellos habrán de trocar ante él sus esquemas mentales. El afeminado aparece en el texto como modelo de discípulo advirtiendo que la sociedad alternativa no se distinguirá por sus privilegios, sino por el insustituible servicio de marcar la ruta hasta el escenario donde se celebrará la definitiva libertad.

La escueta consigna a los enviados no admite dudas: “Seguidlo”. La expresión formada por el verbo “seguir” acompañado de pronombre se usa casi siempre en Marcos para indicar el seguimiento a Jesús (14,54; 15,41). El del cántaro se convierte así en el guía ideal para los discípulos. Hace las veces de Jesús, que se ha identificado con él depositando en el afeminado su absoluta confianza. El hombre-mujer ocupará su lugar y dirigirá a los enviados hacia su destino. Gracias al Galileo, un personaje insignificante ha pasado a ocupar el papel de protagonista. La imagen afeminada del hombre del cántaro en posición tan destacada pudo generar escándalo entre lectores de procedencia judía, lo que explicaría que, en su relato, Mateo suprimiera de un plumazo al personaje y, con ello, su labor de encaminar a los discípulos hasta la casa: “Id a la ciudad, a casa de Fulano…” (Mt 26,18).

 Él tiene allí las puertas abiertas: “donde entre”. El hombre del cántaro no necesita salvoconducto, pertenece a los de la casa. Una vez en ella, el “dueño” pasa a ser el interlocutor válido para los discípulos. El término “dueño de la casa”, sólo utilizado en los tres primeros evangelios, aparece en Marcos esta única vez. Mateo y Lucas lo usan en algunas metáforas y parábolas refiriéndolo a Dios (Mt 13, 27; 20,1.11; 21,33; Lc 14, 21). En otros lugares, Jesús lo utiliza aplicándoselo a sí mismo (Mt 10,25; Lc 13,25).

El dueño de la casa se muestra en este contexto como sujeto en connivencia con el Galileo. El dispone y da acceso al escenario definitivo, el que acogerá a la sociedad del Reino en su momento más crucial. El texto deja suponer que su función se limitará a escuchar y a mostrar el espacio reservado. Sólo a él prestarán atención los discípulos, cuya función se circunscribe a ser fieles transmisores del mensaje del Galileo, al que Marcos presenta dominando en todo momento la situación. Por eso, Jesús les traslada en primera persona la pregunta que ellos deberán plantear con exactitud al dueño de la casa: “¿Dónde está mi aposento…?”, aunque para introducirla, habla de si mismo en tercera persona: “El Maestro pregunta”.

La introducción “El Maestro pregunta” sirve de contraseña al dueño de la casa. Es la única vez en Marcos que Jesús se autodenomina maestro; asimismo también en esta sola ocasión el evangelista escribe el término con artículo. El dueño de la casa no reconocerá a otro maestro distinto a Jesús. Los discípulos tendrán acceso a la estancia únicamente presentándose como seguidores suyos. Es la aceptación de su proyecto lo que permite el libre acceso al interior de la casa. Los discípulos se verán obligados a dejar atrás sus estrategias y sus objetivos.

Con su interrogante, el Maestro no reclama saber, sino enseñar a los enviados. Son los discípulos quienes deberán mostrar disposición al aprendizaje. Preguntarán por un lugar (¿Dónde…?) respecto al que Jesús conoce bien la respuesta. Él persigue que sus enviados sean llevados hasta el escenario que buscan y puedan observarlo. El término empleado para hablar de ese espacio: “aposento”, no utilizado en Marcos salvo en esta ocasión, tiene el sentido de albergue que invita al descanso tras un largo trayecto. Habla de un lugar concreto, reservado y exclusivo para él (“mi aposento”), acordado de antemano y con unas condiciones especiales para el uso al que se destina. En contraposición al sentido restrictivo del planteamiento inicial de los discípulos: “a prepararte…”, el Galileo ensancha las miras y prevé un escenario abierto a la totalidad de sus seguidores: “voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos”.

15. El os mostrará una sala en alto, grande, alfombrada, dispuesta; preparádnosla allí. Las indicaciones dadas a los enviados incluyen las características de la estancia que el dueño les enseñará. A ellos incumbe cotejarlas con las condiciones que ellos conocen de antemano. Las cuatro marcas que definen el local están descritas con absoluta sobriedad. De ese modo, concentran la atención sobre ellas y preparan la mente respecto a los hechos que tendrán lugar en el citado espacio.

Se trata de una “sala en alto”. Este término; etimológicamente por encima de la tierra; opuesto a subterráneo  presente únicamente aquí y en el lugar paralelo de Lucas (Lc 22,12), apunta a la idea de que el escenario de la cena supera los propósitos nacionalistas del colectivo de seguidores. “Grande” sugiere desahogo, apertura y gran capacidad para albergar a un amplio universo de adheridos al proyecto. “Alfombrada”  participio perfecto pasivo “extender” [una alfombra], “tapizar”) habla de un sitio acogedor, relajado, idóneo para la libertad (sólo los esclavos comían de pie). Y por último, “dispuesta” asegura reunir condiciones que, además de excelentes, son definitivas. No caben modificaciones en la sala; se halla en su punto para disponer de ella. Quedan únicamente los preparativos propios de la cena a los que los discípulos hicieron alusión: “a prepararte”. Las instrucciones del Galileo se han completado.

16. Salieron los discípulos, llegaron a la ciudad, encontraron las cosas como les había dicho y prepararon la cena de Pascua. El relato termina dando cuenta del cumplimiento del encargo por parte de los enviados, de la exactitud con que lo llevaron a efecto y de la preparación de la Cena de Pascua. Marcos no se interesó en los pormenores de los preparativos, que no eran pocos: sacrificar el cordero en el templo, elaborar los panes sin levadura, hacer la ensalada, preparar la mesa para todos los comensales, colocación de los accesorios), sí, en cambio, trabajó con extremo cuidado las coordenadas en las que encuadrar una cena que de ningún modo coincidirá con las ambiciones de los discípulos.

El dueño de la casa admitirá exclusivamente las instrucciones del Maestro. A ellas se ceñirán también los discípulos (término usado en cuatro ocasiones señalando su sentido universal). El Galileo marcará las pautas a seguir. El papel de guía lo desempeñará el hombre del cántaro, el primer personaje del evangelio salido del armario.

domingo, 1 de abril de 2012

Domingo de Ramos 2012

Procesión de las palmas: Mc. 11, 1-10 Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Primera Lectura: Is. 50, 4-7 El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Salmo: Salmo 21 Dios mio, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?
Segunda Lectura: Fil. 2, 6-11 Se humilló a sí mismo y por obedencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo: Mc 14, 1-15, 47

Hoy empieza la Semana Santa. El mejor tiempo en que los cristianos podemos entrar en profunda comunión con nuestro Señor Dios. Reflexionar acerca de su Pasión y Muerte, pero sobre todo su Resurrección. Es Domingo de Ramos, o como anteriormente se llamaba, Domingo de Pasión. Hoy escuchamos dos lecturas del Evangelio. Hoy, con principal énfasis, la Iglesia nos recuerda, y se recuerda a sí misma, que debemos volver al Evangelio. Escuchar las palabras de Jesús y conocer sus actos para saber cómo actuar ante las circunstancias que se nos presentan en la vida.

Podemos saber que hay que hacer oración y desapegarnos cuando perdemos a un amigo muy querido, así como él perdió a Lázaro. Puede que para nosotros sea difícil, pero para él también lo fue. Todos pasamos por periódos de alegría y de gloria en nuestra vida. En momentos estamos felices, y tras algunas circunstancias nos ponemos tristes. Es el ciclo de la vida. Y sabiendo que estamos cerca de Dios, no queda más que orar y seguir adelante.

Si leemos el Evangelio también podemos descubrir que hay que disfrutar los momentos de felicidad al máximo e incluso mejorarlos si es posible, como en las bodas de Caná. Donde Jesús y su Madre disfrutaban y seguramente se habían unido a la alegría de los invitados y de los novios. Y cuando se presentó la oportunidad, en otra manifestación de la acción del Espíritu de Dios, María adelantó el momento de su hijo y el agua se convirtió en vino mejor que el del principio. Y aprendemos que debemos hacer mejores los buenos momentos, para fortalecernos cuando lleguen los amargos.

Y leyendo el Evangelio de la bendición de las palmas, también aprendemos que la alabanza y la adoración a Dios son una parte muy importante de todo este proceso. Por supuesto, no son lo principal. Dios glorificó a su Hijo en la Cruz, y toda acción es fundamental en el proceso de vida cristiana. Pero antes, el pueblo aclamó a Jesús, de la misma forma en que nosotros debemos hacerlo durante toda la vida, pues la alabanza y la oración nos mantienen en estrecho contacto con Dios y predisponen la luz y guía del Espíritu Santo en nuestras vidas. 

Ahora enfoquémonos en un hecho. Jesús es recibido con palmas a la entrada de Jerusalén unos días antes de ser llevado al Calvario. Y es aquí donde las palmas que hoy tomamos entre nuestras manos adquieren un doble significado. En la cultura judía de principios de la era cristiana, los ramos eran signo de majestad, de gloria, de grandeza. Cuando recibimos a Jesús con nuestras plantas en las manos, lo proclamamos Rey de nuestras vidas, tal como los judíos pretendieron al reconocerlo consciente o inconscientemente. Y si la muchedumbre se callara, las piedras hablarían

Pero también las palmas son signo del martirio entre los católicos. Tomar una palma el Domingo de Ramos para aclamar a Jesús con Hosanas puede ser una confesión de fe y un acto profético, en el que declaramos que daremos hasta la vida por defender la proclamación que hacemos ese momento. Pero detengámonos aquí un momento. Para nosotros, el martirio se relaciona con torturas y muertes ocasionadas generalmente por los jefes de diferentes estados a cristianos que defendieron su ideal. Para esos cristianos, según los relatos de sus historias, no fue ni doloroso, ni tuvieron miedo. El Espíritu de Dios siempre los iluminó y protegió, puesto que estuvieron en oración. Pero no tiene que ser así para nosotros, en una sociedad donde ya todo es más libre. Dar la vida también puede significar enfocarnos en ser mejores cada día.

Nadie debería tener que martirizarnos por elegir nuestra ideología y defenderla. Y quien lo haga, estaría cayendo en un terrible error, y aún así, el Evangelio nos enseña que debemos pedir el perdón para ellos, pues seguramente no saben lo que hacen. 

Pero la lección más importante aquí, debe ser la humildad. "Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos" e incluso, a diferencia de los reyes y gobernantes, que usaban caballos, él decidió usar un burrito para entrar a Jerusalén entre proclamas y vítores. Una acción que sin duda resultó irritante a las autoridades, pero que tenía que ser así para demostrarnos que las cosas de este mundo aquí se quedarán y que su uso es sabío solo si se aplica para hacer de éste un mejor mundo.

Ya nos enfocaremos el Viernes Santo en el hecho de la Pasión. Por hoy, solo nos queda aclamar al Señor y recibirlo con palmas y hosanas en lo más sagrado de nuestros templos, nuestro corazón.