“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 27 de noviembre de 2011

Primer Domingo de Adviento

Primera Lectura: Is. 2, 1-5
Salmo: 121
Segunda Lectura: Rom. 13, 1-14
Evangelio: Mt. 24, 37-44


Hermanos:

Les envío un caluroso saludo en Cristo y en su Madre María.

Es para mí un gusto decir ¡Feliz Año Nuevo Católico!, y con este día iniciar la segunda temporada de este blog. La entrada de hoy será muy breve, pues hay que construir y reconstruir el blog de nuevo. Pero por lo pronto concienticémonos acerca de una cosa muy importante. Estemos atentos, porque nadie sabe el día ni la hora en que ha de venir el Hijo de Dios. En lo que a nosotros respecta, adelantemos nuestros relojes y hagámoslos que estén sincronizados con la hora de Dios. Porque cada uno de esos pequeños que está allá afuera con hambre, frío, enfermedades y muchas circunstancias adversas es Jesús, que ya está aquí y se acerca. Cada vez que hacemos algo por ellos, lo hacemos por Cristo.

Es tiempo de reflexión, de introspección. La Navidad está cerca. Revisemos nuestros corazones. Descubramos cuántas veces en un día se nos ha ido Jesús y ni siquiera le hemos dado una sonrisa. Sé que no podemos alimentar a todos los niños de la calle, ni vestir a todos los vagabundos... pero ¿acaso podemos ser amables con ellos?, ¿no despreciarlos?

Incluso, cómo reaccionamos cuando somos atacados por nuestra situación natural: ¿Atacamos de vuelta o perdonamos? Pues un perfeccionamiento en ese sentido, también es una excelente forma de preparar nuestro corazón como el pesebre al que Jesús cada día quiere llegar para nacer. Recordemos que cuando perdonamos y bendecimos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo a nuestros enemigos vamos despertando en ellos un cambio, y al final pueden ser hasta nuestros mejores amigos. Pero al igual que Jesús en la Cruz, tenemos que perdonar a los que nos ofenden.