“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

lunes, 31 de enero de 2011

Todos somos iguales a los ojos de Dios

En un avión que cubría un vuelo entre Johannesburgo y Londres, a una señora blanca, de unos cincuenta años, le toca sentarse al lado de un hombre afro-americano. Llama a la azafata para quejarse:

-¿Cuál es el problema señora? -pregunta la azafata.

-Pero, ¿no lo ve? -responde la señora. -Me colocó al lado de un hombre ’de estos’. No puedo quedarme al lado de estos "inmundos". Déme otro asiento.

-Por favor, cálmese -dice la azafata. -Casi todos los lugares de este vuelo están tomados. Voy a ver si hay algún lugar en clase ejecutiva o en primera.

La azafata se apura y vuelve unos minutos después.

-Señora -explica la azafata -como yo sospechaba, no hay ningún lugar vacío en clase económica. Conversé con el capitán y me confirmó que tampoco hay lugar en ejecutiva. Pero sí tenemos un lugar en primera clase.

Antes que la señora pudiese responder algo, la azafata continuó:

-Es totalmente inusitado que la compañía conceda un asiento de primera clase a alguien que está en económica, pero dadas las circunstancias, el capitán consideró que sería escandaloso que alguien sea obligado a sentarse al lado de una persona que nos haga sentir mal...

La señora, con cara de satisfacción, se prepara para abandonar su asiento e ir a ocupar el asiento en la clase ejecutiva... en eso, la azafata mira a la persona de afro-americana y le dice:

-Si el señor me hiciera el favor de tomar sus pertenencias, el asiento de primera clase ya está preparado.

Y todos los pasajeros alrededor, que acompañaron la escena, se levantaron y aplaudieron por la actitud de la compañía.

"En el Cielo, no hay dos santidades iguales. En el Paraíso, todos los esplendores son múltiples, y entre todos componen Su Gloria".

domingo, 30 de enero de 2011

4º Domingo Ordinario

Primera Lectura: Sof  2, 3; 3, 12-13 Dejaré, en medio de ti, un puñado de gente pobre y humilde.
Salmo: 145 Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Segunda Lectura: Cor 1, 26-31 Dios ha elegido a los débiles del mundo.
Evangelio: Mt 5, 1-12 Dichosos los pobres de espíritu.

Hermanos y hermanas en Cristo Jesús:

Este domingo recordamos las bienaventuranzas. Y digo recordamos porque de seguro ya nos las sabemos, ya que nos las enseñan desde que vamos a la escuela de catecismo para recibir la Primera Comunión. Las bienaventuranzas son ocho, y de seguro todos encajamos de una u otra forma en ellas, pues todos somos bienaventurados ante los ojos de Dios por los méritos de Cristo.

Hacemos oración, penitencia y nos esforzamos por hacer obras buenas. Pero a pesar de todo seguimos viviendo en un mundo en el que el estatus social es más importante y el dinero se ha convertido en el valor principal. La calidad de las personas hoy se mide, tristemente, por la cantidad de dinero que tienen en sus cuentas bancarias y no por el valor humano que tienen en su corazón. Sin embargo, Jesús nos habla de los pobres de espíritu, y hoy la Iglesia le hace eco. ¿Quiere decir Jesús que debemos abandonar todo el fruto de nuestro trabajo y empezar a vivir como lo hicieron los monjes y ermitaños de la edad media? La respuesta es sí y no.

Es sí porque eso significaría un gesto de verdadero amor cristiano, ya que el alejarnos de los bienes materiales significa un aumento en los bienes espirituales, es el ansia por imitar el ejemplo del Padre, que siendo Dios se hizo hombre y siendo el Rey de la Creación se hizo uno entre los pobres para demostrarnos el valor de su linaje y el camino que debemos seguir. Pero esto es un gesto que tiene que nacer del corazón, sin sentir ninguna obligación porque la Biblia lo dice o la iglesia lo repite. Y al mismo tiempo la respuesta es no porque la pobreza de la que aquí se nos habla es de índole espiritual. ¿Qué debemos entender por esto? Jesús sabe que como seres humanos somos propensos al pecado, y éste regularmente se manifiesta como orgullo o egoísmo. Buscamos destacar más que los demás y pretendemos demostrar que somos mejores que los que están al lado nuestro. Incluso, cuando empezamos a dominar la humildad, se nos presenta la tentación de dar a conocer que somos más humildes que los demás.

Cuando un hombre o una mujer es pobre de espíritu deja de vivir en torno a si mismo y empieza a hacerlo por los demás. Se vuelve amable y servicial. Ayuda a quien lo necesita y empieza a practicar las obras de misericordia que son camino seguro para la Salvación.

En el mundo del colectivo LGBT regularmente nos encontramos con la oportunidad de practicar las obras de misericordia, y con ello hacer bienaventurados a los demás. Nos encontramos con la oportunidad de ser los instrumentos del Señor para ejectuar su santa Voluntad.

Los que tenemos la fortuna de encontrarnos en una posición social y cultural más o menos respetable, tenemos aun mayor responsabilidad. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con homosexuales prostituyéndose en la calle o los bares y nos burlamos de ellos o les hacemos alguna grosería en vez de ayudarlos a salir adelante solo porque creemos que no es nuestro problema? ¿Cuántas veces hemos encontrado a un gay mal vestido, o bien vestido, o muy femenino, o muy obvio, o muy "loquita", o muy "macho" o el calificativo que le queramos poner y no nos hemos acercado a conocerle y formar amistad sólo porque no es similar a nosotros? Es que resulta que todo lo que pasa con la humanidad sí es asunto nuestro, y mientras tengamos un corazón que lata seremos más similares de lo que nos imaginamos los unos con los otros. No nos dejemos llevar por la ilusión.

Normalmente escribo desde mi punto de vista, y es bastante natural, pero a veces, cuando me salgo de mi yo y empiezo a ver en los demás descubro que hay más diversidad de personas homosexuales en el mundo de las que me puedo imaginar. ¿Alguien se ha puesto a pensar qué pasa con todos esos LGBT que llegan a ser adultos mayores y ya nadie ve por ellos? Pues también son hijos de Dios y es tiempo de que vayamos pensando en darles un poco de ayuda y bienestar para agradecerles por esos más de 60 años siriviendo a Dios, a su país y a la humanidad. Contemos sacerdotes, seglares solteros y casados que vivieron su juventud un época en que la discriminación y la homofobia eran asuntos mucho más duros de lo que de por sí son hoy.

Después de todo, es de cristianos consolar al afligido, aunque a veces no sepamos ni por qué; trabajar por la paz, aunque vivimos en un mundo de competencias y guerras; luchar por la justicia, aunque normalmente los gobiernos son injustos y opresores; saciar el hambre y sed de justicia, aunque a veces tengamos que arriesgar la vida o tener que sufrir una excomunón por hacerlo; consolar a los que lloran, pues siempre aminora las penas el hecho de que alguien más nos escuche; ser limpios de corazón, pues aunque somos de naturaleza pecadora la gracia de Dios nos mantiene cerca suyo. Pero por sobre todo, ser misericordiosos para llevar el Evangelio hasta los últimos rincones de la Tierra, serlo dando testimonio firme y veraz de quién es Jesús y para qué vino a estar entre nosotros.

Si hoy empezamos a hacerlo nos daremos cuenta que aunque el mundo siga igual habrá un pequeño cambio. Pues quien es verdaderamente justo no se fija en el pecado ni la infidelidad, sino que acrecienta su fe.

viernes, 28 de enero de 2011

El Celibato cuestionado

Desde que el 1o de enero de este año fue creado un ordinariato para aceptar a sacerdotes anglicanos casados y con hijos que quisieran formar parte de las filas de la Iglesia Católica, el tema del celibato perdió toda su fuerza. No entinedo la necesidad de discutirlo, todo caerá por su propio peso. De todas formas es interesante ver cómo nuestro actual Papa alguna vez abogó por su revisión.

El Papa firmó en 1970 un documento que cuestionaba el celibato
28/01/2011   Religión Digital

Benedicto XVI tuvo dudas sobre el sentido de mantener la regla del celibato sacerdotal cuando era un joven profesor de teología en Alemania. Así lo indica un documento, que hasta ahora se había mantenido inédito y que ha sido publicado por la revista 'Pipeline', órgano de difusión del Círculo de Acción de Ratisbona (AKR) -grupo de católicos críticos- del que se hace hoy eco el diario 'Süddeutsche Zeitung'.

Joseph Ratzinger, el actual Benedicto XVI, aparece entre los firmantes de aquel documento, fechado el 9 de febrero de 1970 y enviado a la conferencia episcopal alemana.

Un borrador del documento quedó en el archivo del teólogo Karl Rahner, uno de los firmantes del mismo, y un antiguo colaborador suyo lo puso a disposición de la AKR.

"Nuestras reflexiones apuntan a la necesidad de una urgente revisión y un tratamiento diferenciado de la regla del celibato para la iglesia alemana y para la iglesia universal", dice el documento entre cuyos firmantes están, además de Ratzinger, personalidades como Karl Lehman, posteriormente cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, y Walter Kasper, actualmente cardenal en la curia romana.

Ratzinger y los otros teólogos expresan su preocupación de que la regla del celibato no sólo lleve a una escasez de candidatos al sacerdocio sino también a una disminución del talento de aquellos que optan por la vida sacerdotal. Los teólogos apuntan a la dificultad de vivir el celibato en el mundo actual.

Por una parte, la vida en solitario lleva muchas veces a la pérdida de reconocimiento de los sacerdotes en sus comunidades. Por otro, el ejercicio de la continencia sexual en un mundo lleno de estímulos eróticos resulta cada vez más difícil.

El documento advierte que si el tema del celibato no es discutido al más alto nivel, éste tarde o temprano estará siendo discutido en un nivel más bajo, y expresan sus temores acerca de una pérdida de autoridad de los obispos y de una deserción masiva de sacerdotes.

El documento recuerda que el celibato no es un dogma y dice que si no es posible reclutar suficientes sacerdotes jóvenes entonces la Iglesia está obligada a una modificación.

Ratzinger tenía 42 años cuando fue redactado el documento y era profesor de teología en Ratisbona.

martes, 25 de enero de 2011

Luto en Chiapas

Copio esta noticia tal cual aparece en La Jornada y aprovecho para expresar nuestras condolencias a todos quienes alguna vez estuvieron cerca suyo. No olvidemos ni su mensaje, ni si trabajo. Si la muerte se ha llevado su cuerpo, que nuestras acciones hagan inmortal su ideal en la Tierra, que en el Cielo ya se coloca como santo de Dios, aunque a él no lo canonicen nunca. Pero demos tiempo al tiempo y veamos que pasa con la Iglesia que tanto amó y defendió. Descance en paz Mons. Samuel Ruiz García.

Indígenas de todo Chiapas se reúnen para despedir a Samuel Ruiz

25/01/2011  

San Cristóbal de las Casas, Chis. Viene de lejos el homenaje de los indígenas chiapanecos a Samuel Ruiz García, jTatik (padre, en tzeltal), quienes hoy convergen por miles en la catedral consagrada al santo católico de los viajeros, San Cristóbal.

Viene de décadas atrás, y de todas las regiones indias de Chiapas. Desde la madrugada han arribado grupos de fieles desde Simojovel, Chenalhó, Chilón, Ocosingo, Tila, Las Margaritas, Motozintla. De las esquinas más ocultas del alguna vez “rincón más olvidado de la patria”, como expresaron los zapatistas en 1994.

Se celebran misas cada hora; a mediodía y al anochecer, las más solemnes. Organizaciones políticas y sociales, grupos parroquiales, comunidades tzeltales, tzotziles, choles, mam, tojolabales, una vez más “dan color” al paso de Ruiz García, quien como radioaficionado se identificaba como “Caminante”.

Durante las décadas de su presencia episcopal visitó la mayor parte de ellas. Aún no existían las carreteras y brechas que trajo la guerra a estas tierras, pero el jTatik llegaba. A pie o lomo de bestia. Hoy son esos pueblos los que llegan, y mañana habrán de enterrarlo aquí mismo, en la catedral que ocupa el centro de esta ciudad históricamente hostil a ellos.

En 1982 sucedió una terrible matanza de indígenas en Wolonchán (Chilón). En aquella época “no había quién contara los muertos”, como dijo alguna vez Andrés Aubry. Más de 50 víctimas olvidadas. Más que en Acteal, ocurrido en 1997, cuando la noticia dio la vuelta al mundo, puso a temblar al gobierno de la República y sigue siendo una herida viva. Chiapas ya era otro, y don Samuel tenía gran mérito en ello. Los indios ya contaban. No en balde aquí es una de las cunas de la conciencia moderna de los derechos humanos.

El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, o Frayba, fue creado a fines de 1988 por el propio Ruiz García; lo presidió hasta este martes 24. El Frayba expresa hoy: “En su incansable lucha por la defensa de los derechos humanos, fue inspirador y guía de varias organizaciones civiles y de procesos sociales en la construcción de la justicia, mediador en los diálogos entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno mexicano, un gran teólogo de la liberación e impulsor de la teología india. Fue candidato al Nobel de la Paz y recibió distintos reconocimientos por su trabajo en la defensa de los derechos humanos”.

El Frayba ratifica su compromiso “de caminar al lado y al servicio del pueblo pobre, excluido y organizado que busca superar la situación socioeconómica y política en que vive, tomando de él dirección y fuerza para contribuir en su proyecto de construcción de una sociedad donde las personas y comunidades ejerzan y disfruten todos sus derechos a plenitud”.

Por su parte, el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo en Chiapas manifestó: “No olvidamos las muestras de solidaridad incondicional que nos brindó en las diversas etapas de lucha y conflictos que hemos enfrentado como pueblos indígenas y como organización, ante el Estado que no cesa en exterminar todo intento organizativo del pueblo”.

Recuerda “su colaboración y apoyo incondicional a las luchas en diferentes rincones del país, por la liberación de los presos políticos y de conciencia, contra la explotación minera, por la presentación con vida de los desaparecidos y el respeto a los derechos humanos, a favor de los oprimidos y explotados”.

Cien Personas

Si pudiéramos reducir la población total del planeta a una aldea de solo 100 personas y mantuviéramos los correspondientes porcentajes existentes, tendríamos los sorprendentes siguientes resultados:




57 asiáticos
21 europeos
14 del continente americano
8 africanos

52 serían mujeres
48 serían varones

30 serían de raza blanca
70 serían de otra raza

30 serían cristianos
70 serían de otras religiones

89 serían heterosexuales
11 serían homosexuales

6 personas poseerían el 59% de toda la riqueza del mundo y las 6 serían de los EE.UU.
80 vivirían en viviendas inadecuadas
70 no podrían leer ni escribir
50 serían mal nutridos
1 estaría por morir y 1 por nacer
1 (solamente 1) tendría educación universitaria
1 poseería una computadora

Cuando uno analiza nuestro mundo desde esta perspectiva comprimida, la necesidad de aceptar, de ser tolerantes, para entender y para educar a la gente llega a ser estupefactamente impresionante.

Y yo, que poseo una computadora, que se leer y escribir, que tengo educación, que no estoy desnutrido, que tengo una vivienda adecuada, que estoy vivo, etc., etc. ... ¿ De qué me quejo?

domingo, 23 de enero de 2011

3er Domingo Ordinario

Primera Lectura: Is 8, 23 - 9, 3 Los que andaban en tinieblas vieron una gran luz.
Salmo: 26 El Señor es mi luz y mi salvación.
Segunda Lectura: Cor 1, 10 - 13, 17 Que no haya divisiones entre ustedes.
Evangelio: Mt 4, 12 - 23 Fue a Cafarnaum y se cumplió la profesía de Isaías.

Hermanos y hermanas:

Tengan un feliz día del Señor.

Hoy estamos atravesando por una festividad agradable a los ojos de muchos y rechazada por unos cuantos. Se trata de la semana de oración por la unidad de los Cristianos. En tiempos pasados la Iglesia de Cristo tuvo rupturas y poco a poco se fueron creando las diferentes denominaciones del cristianismo. Así nacimos los católicos de Pedro y los católicos de Pablo, llegaron los cristianos de Lutero y los de Calvino, se independizaron de Pedro los católicos de Inglaterra y poco a poco el cristianimo fue tomando una diversidad de formas y colores que hoy confunden hasta a los mismos cristianos.

Sin embargo, ya desde el Siglo I, el Apóstol San Pablo nos llama la atención y nos recuerda que Cristo no está dividido. No fuimos bautizados en nombre de Pablo, ni Pedro fue crucificado por causa de nuestra Salvación. Al parecer Lutero era más católico de lo que nos imaginamos en nuestros días y las iglesias orientales reabren el diálogo con Roma. Las peleas han surgido por dogmas y diferencias en el ritual. Pero si desnudamos al cristianismo de todos esos dogmas y rituales veremos una espiritualidad única e irrepetible de la cual todos somos seguidores.

Todos los cristianos sin excepción, cuando somos bautizados recibimos la Luz de Cristo y el fuego del Espíritu Santo. A partir de ese momento estamos llamados a seguir colaborando en la obra de Cristo, que como nos indica el Evangelio, enseñaba en las sinagogas y proclamaba la buena nueva del Reino de Dios y curó a la gente de toda enfermedad y dolencia. Vino a hacer valer la Ley y no a derogarla. Pero no estamos hablando de las leyes absurdas de los hombres, que son suceptibles de cambio todo el tiempo, sino de la Ley de Dios que está basada exclusivamente en su Amor paternal y es eterna.

Se nos dejó dicho que en amarnos unos a otros como Jesús nos amó está la clave de todo el cristianismo. Aquel cristiano que descalifique a otro, o peor aún, hable o actúe en su contra difamándolo o tratando de hacerle daño, no puede ser llamado cristiano o cristiana, por que no está amando a su prójimo como si fuera su hermano. Y digamos que entre hermanos también se pelean y hasta se llegan a hacer groserías, pero en donde está el Amor de Dios el perdón se sobrepone a las fricciones. Y siempre un hermano procurará hacer el bien a otro y velar por sus intereses cuando son justos. En eso vemos reflejado también el milagro de la unidad de los cristianos.

Ser cristiano nunca es fácil. Requiere mucha disciplina y autocontrol. La mayoría de los creyentes han aprendido que cuando se habla de homosexualidad, se está hablando de algún pecado. Y cuando conocen a un homosexual piensan que están tratando con una persona que nació intrínsecamente desviada de su misión natural. Les han hecho creer que Dios odia o aborrece a los homosexuales. Pero no es así. Si Dios pudiera odiar o aborrecer a los homosexuales se estaría contradiciendo a si mismo. Dios es la verdad pura, así que no se contradice, no porque no pueda, sino porque así es Él. En su inmenso amor de Padre Dios acepta a todos sus hijos y a todas sus hijas como son, porque finalmente es Él quien los creó así.

Antes de hablar mal de algún hermano por su condición social, económica, de orientación sexual, de nacionalidad o procedencia, color de piel o nivel de estudios, deberíamos persignarnos la boca y pedirle al Señor que abra nuestros labios para cantar sus alabanzas. Tal vez después de eso se nos quiten las ganas de hablar mal de alguien, incluso si no vive la fe cristiana.

Por eso, nosotros podemos estar en desacuerdo con la opinión y forma de actuar de aquellos que están al frente de la Iglesia, de las vecinas o de los parroquianos que se dicen católicos pero se comportan de peor manera que los que se confiesan ateos y viven "la vida loca", pero nuestro deber no es odiarlos en nombre de Cristo, ni siquiera sentirnos indignados por sus acciones, sino amarlos y pedirle al Padre por ellos para que les de su luz, y al Espíritu Santo que nos ilumine para que aprendamos a conocernos a nosotros mismos y nuestras faltas a la misión que Cristo nos dio para poder arrepentirnos y corregir el camino.

viernes, 21 de enero de 2011

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Desde el pasado martes nos encontramos en plena oración por la unidad de los cristianos de todos los ritos y todas las denominaciones. Ya estamos unidos por Cristo, pero aún hay muchas asperezas que limar aquí abajo en la tierra para que desaparezcan los odios y pretensiones a gobernar a los cristianos. Para quien lo desee, puede tomar los materiales para la oración por la Unidad de los Cristianos, que además contienen una breve explicación sobre el espíritu de esta semana.

En cuanto a los LGBT cristianos, creo que somos uno de los sectores más ecuménicos de las iglesias, pues ponemos un énfasis muy grande en la Unidad, la Oración, la lectura del Evangelio y el Testimonio. Tal vez existan más cosas, pero en nuestras pequeñas comunidades existen personas de todas las denominaciones, y por supuesto los católicos estamos presentes. Sin embargo, es nuestro deseo poder participar en el marco de todas las celebraciones de la Iglesia y ser tratados sin recelos por nuestra condición.

Que toda la Iglesia sepa que los LGBT exisitimos, y que deseamos la Unidad de los Cristianos bajo un solo pastor, que es Cristo.

martes, 18 de enero de 2011

Iglesia perseguida y perseguidora

Ya había estado pensando en días anteriores sobre este mismo tema. Recordaba la forma tan suplicante en que la Iglesia pide respeto a la libertad religiosa en Medio Oriente, en donde nuestros hermanos cristianos definitivamente necesitan mucha ayuda para poder practicar su fe; mientras que en México los redactores del semanario "Desde la fe" llamaban talibanes laicistas a los cargos públicos de la Ciudad de México por haber logrado la Igualdad de derechos sin importar la orientación sexual. En México tenemos un dicho que dice: "la verdad no peca, pero incomoda", y yo opino que esto ya no es doble moral, sino hipocrecía pura. No lo había publicado antes por estar entretenido transcribiendo los rituales de la misa en español y en latín. Pero ya que el diario español "El país" se me adelantó, pues sólo se los copio y lo pego para darle difusión. Además, su autor, José Carlos Alonso Sánchez, resume muy bien todo lo que cavile en esa mañana camino al trabajo:

La Iglesia católica pide a la comunidad internacional y a la Unión Europea que intervengan y defiendan la libertad religiosa en todo el mundo. No hace tanto, era la propia UE la que hacía una petición equivalente a los organismos internacionales: evitar la persecución, asesinatos y ejecuciones de homosexuales, permitiendo vivir a estas personas en libertad. En ese caso, la Iglesia, aliada con otros integrismos, consiguió que la idea fracasase.

Pues bien, yo le pido a la UE que redacte el documento que le pide el Vaticano y que, por cada párrafo destinado a promover la libertad de creencias de los católicos, se incorpore otro dedicado a promover la libertad existencial de los homosexuales y se lo presente a los organismos internacionales indisolublemente unidos.

¿Qué creen que haría el catolicismo ante tal documento? Personalmente, creo que instarían a que no se firmase. Darían por buenos unos cuantos miles de mártires cada año (y es que los mártires siempre les han dado mucho juego) antes que apoyar los derechos de los homosexuales.

lunes, 17 de enero de 2011

Ordo Missæ (Misa tridentina)

Ordinario de la misa en español.
Explicación detallada de la misa.



ANTE-MISA O PREPARACIÓN

Bajado del altar, después de haber preparado el cáliz y el Misal, estando el sacerdote al pie del altar, y hecha la debida reverencia, se santigua diciendo en voz clara:
(Sacerdote:) S. + In nómine Patris, et Fílii, es Spíritus Sancti. Amen.
Y luego, juntas las manos delante del pecho, empieza alternando con los ministros o monaguillos:
S. Introíbo ad Altáre Dei.
(Pueblo) P. Ad Deum qui lætificat juventutem meam.

Salmo 42

El alma, perseguida por el mundo y el demonio, busca refugio en Dios, su esperanza y su alegría. Este salmo se omite en las Misas de los difuntos.
S. Iúdica me, Deux, et discerne causam meam de gente non sancta: ad homine iniquo, et doloso erue me.
P. Quia tu est, Deus, fortitudo mea: quare me repulsisti, et quare tristis incedo, dum affligit me inimicus?
S. Emitte lucem tuam, et veritatem tuam: ipsa me deduxerunt, et adduxerunt in montem sanctum tumm, et in tabernacula tua.
P. Et introibo ad altare Dei: ad Deum qui lætificat juventutem meam.
S. Confitebor tibi in cithara, Deus, Deus meus: quare tristis es, anima mea, et quare conturbas me?
P. Spera in Deo, quoniam adhuc confitebor illi: salutare vultus mei, et Deus meus.
S. Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto.
P. Sicut erat in pincipio, et nunc, et semper: et in sæcula sæculorum. Amen.
S. Introibo ad altare Dei.
P. Ad Deum qui lætificat juventutem meam.
S. (Santiguándose) Adjutorium nostrum in nomine Domini.
P. Qui fecit cœlum et terram.

Confesión general.

El sacerdote dice aquí la Confesión profundamente inclinado:
S. Confiteor Deo omnipotenti, beatæ Mariæ semper Virgini, beato Michaelo archangelo, beato Joanni Baptistæ, sanctis apostolis Petro et Paulo, omnibus sanctis, et tibi, Pater: quia peccabi nimis cogitatione, verbo et opere: (dándose tres golpes de pecho) mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa. Ideo precor beatam Mariam semper Virginem, beatum Michaelem archangelum, beatum Joannem Baptistam, sanctos apostolos Petrum et Paulum, omnes sanctos, et te, pater, orare pro me ad Dominum Deum nostrum.
P. Misereatur tui omnipotens Deus, et, dimissis peccatis tuis, perducat te ad vitam æternam.
S. Amen.
P. Confiteor Deo omnipotenti, beatæ Mariæ semper Virgini, beato Michaelo archangelo, beato Joanni Baptistæ, sanctis apostolis Petro et Paulo, omnibus sanctis, et tibi, Pater: quia peccabi nimis cogitatione, verbo et opere: (dándose tres golpes de pecho) mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa. Ideo precor beatam Mariam semper Virginem, beatum Michaelem archangelum, beatum Joannem Baptistam, sanctos apostolos Petrum et Paulum, omnes sanctos, et te, pater, orare pro me ad Dominum Deum nostrum.
S. Misereatur vestri omnipotens Deus, et dimissis peccatis vestris, perducat vos ad vitam æternam.
P. Amen.
S. + Indulgentiam, absolutionem, et remissionem peccatorum nostrorum tribuat nobis omnipotes et misericors Dominus.
P. Amen.
S. Deus, tu conversus vivificabis nos.
P. Et plebs tua lætabitur in te.
S. Ostende nobis, Domine, misericordiam tuam.
P. Et salutare tuum da nobis.
S. Domine, exaudi orationem meam.
P. Et clamor meus ad te veniat.
S. Dominus vobiscum.
P. Et cum spiritu tuo.
Abriendo y cerrando las manos sobre el pecho, el sacerdote sube al altar, diciendo:
Oremus. Aufer a nobis, quæsumus, Domine, iniquitates nostras: tu ad Sancta sanctorum puris mereamus mentibus introire, Per Christum Dominum nostrum. Amen.
Inclinado y juntas las manos sobre el borde del altar, el sacerdote continúa:
Oramus te, Domine, per merita sanctorum tuorum, quorum reliquiæ hic sunt (besa el ara), et omnium sanctorum: ut indulgere digneris omnia peccata mea. Amen.

I. MISA DE LOS CATECÚMENOS

A. Rito deprecatorio

Introito.

El Introito es un salmo, del que no queda hoy mas que la Antífona y un versículo con el Gloria Patri, después de lo cual vuelve a repetirse la Antífona. (Ver el Introito que corresponde a la misa de hoy en el Propio del Tiempo o de los Santos.)

Kyries.
Son una parte muy antigua de la liturgia. En los primeros siblos era el griego la lengua oficial de la Iglesia de Roma, y desde entonces esta súplica echó tan profunda raigambre en el pueblo que se conservó el Kyrie en griego a pesar de adoptarse el latín como lengua oficial.

S. Kyrie, eleison.
P. Kyrie, eleison.
S. Kyrie, eleison.
P. Christe, eleison.
S. Christe, eleison.
P. Christe, eleison.
S. Kyrie, eleison.
P. Kyrie, eleison.
S. Kyrie, eleison.

Gloria in Excelsis Deo.
Es el himno con que anunciaron los ángeles al mundo el nacimiento de nuestro Salvador. Se omite en las misas de difuntos, en algunas votivas, y en los días en que el color de los ornamentos sacerdotales es morado.

Goria in excelsis Deo,
Et in terra pax hominibus bone voluntatis.
Laudamus te,
Benedicimus te,
Adoramus te,
Glorificamus te,
Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam:
Domine Deus, Rex cælestis.
Deus Pater omnipotens.
Domine Fili unigenite, Jesu Christe;
Domine Deus, agnus Dei, Filius Patris:
Qui tollis peccata mundi, miserere nobis;
Qui tollis peccata mundi, suscipe deprecationem nostram;
Qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis.
Quoniam tu solus Sanctus,
Tu solus Dominus,
Tu solus Altissimus Jesu Christe.
Cum Sancto Spiritu: in gloria Dei Patris.
Amen.
S. Dominus vobiscum.
P. Et cum spritu tuo.

Colecta. Se lee el texto de la misa del día.

Liturgia Evangélica
B. Rito catequístico

Epístola. Se lee el texto de la misa del día.
Al final de esta lectura se contesta:
P. Deo gratias.

Gradual. Se lee el texto de la misa del día.

Aleluya, tracto o secuencia. Se lee el texto de la misa del día (En Cuaresma, en vez del Aleluya y su versículo aleluyático se dice el Tracto. En algunas de las mayores solemnidades hay Secuencia.)

Preparación para el Evangelio. Inclinado el Sacerdote en medios del altar y juntas las manos, dice:
Munda, cor meum, ac labia mea, omnipotens Deus, qui labia Isaiæ prophetæ calculo mundastis ignitio: ita me tua gratia miseratione dignare mundare, ut sanctum Evangelium tuum digne valeam nuntiare. Per Christum Dominum nostrum. Amen.
En las misas solemnes dice lo anterior oración el diácono y luego pide la bendición diciendo:
Iube, Domine, benedicere.
Dominus sit in corde meo, et in labiis meis ut digne et competenter annuntiem Evangelium suum. Amen.

Evangelio.
Va el sacerdote a la izquierda del altar, donde está ahora el misal; signa el principio del Evangelio y se persigna a si mismo. (Se hace con el sacerdote la señal de la Cruz en la frente, labios y pecho, significando que el Evangelio debe ser la norma de nuestros pensamientos, palabras y obras.)
S. Dominus vobiscum.
P. Et cum spiritu tuo.
S (Initium sive) Sequentia santi Evangelii secundum...
P. Gloria tibi Domine.
Se lee el Evangelio del día, terminado éste, el pueblo responde:
P. Laus tibi, Christe.
El sacerdote besa el Evangelio diciendo:
Per evangelica dicta deleantur nostra delicta.

Homilia.
La Iglesia, por boca del Obispo, Párroco o Celebrante nos explica y comenta las Lectura que acaba de hacernos oír.

Credo.
Los fieles, unidos al sacerdote, pronuncian el símbolo o profesión de fe solemne del Concilio de Nicea.

Credo in unum Deum Patrem omnipotentem, factorem cœli et terræ, visibilium omnium et invisibilium.
Et in unum Dominum Iesum Christum, Filium Dei unigenitum, et ex Patre natum ante omnia sæcula; Deum de Deo, lumen de lumine, Deum verum de Deo vero; genitum, non factum, consubstantialem Patri, per quem omnia facta sunt: qui propter nos homines et propter nostram salutem descendit de cœlis, (Genuflexión) ET INCARNATUS EST DE SPIRITU SANCTO EX MARIA VIRGINE: ET HOMO FACTUS EST. crucifixus etiam pro nobis sub Pontio Pilato, passus, et sepultus est: et resurrexit tertia die secundum Scripturas, et ascendit in cœlum, sedet ad dexteram Patris, et iterum venturus est cum gloria iudicare vivos et mortuos; cuius regni non erit finis.
Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem, qui ex Patre Filioque procedit; qui cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur; qui locutus est per prophetas.
Et unam sanctam catholicam et apostolicam ecclesiam. Confiteor unum baptisma in remissionem peccatorum: et expecto resurrectionem mortuorum et vitam venturi sæculi. Amen.

II. MISA DE LOS FIELES

Ofertorio.
S. Dominus vobiscum.
P. Et cum spiritu tuo.
S. Oremus
Se lee el texto de la misa del día.

Ofrecimiento de la Hostia.
El sacerdote descubre el cáliz, toma la patena y ofrece a Dios por anticipado, la Hostia y Víctima inmaculada, Jesucristo, cuyo Cuerpo será consagrado momentos más tarde.
Suscipe, sancte Pater, omnipotens æterne Deus, hanc immaculatam hostiam, quam ego indignos famulus tuus offero tibi Deo meo, vivo et vero, pro innumerabilibus peccatis, et offensionibus, et negligentiis meis, et pro omnibus circumstantibus, sed et pro omnibus fidelibus christianis vivis atque defunctis: ut mihi et illis proficiat ad salutem in vitam æternam. Amen.

Mezcla del Agua y del Vino.
El sacerdote ruega por sí mismo, por los asistentes y por todos los fieles. Terminando esta oración, el sacerdote hace la señal de la cruz con la patena encima del lugar donde va a colocar la hostia, para recordar nuevamente la pasión de Jesucristo y la cruz sobre la cual ofreció su sacrificio. Luego, del lado de la epístola, pone vino y un poco de agua en el cáliz. Las gotas de agua significan la unión de las dos naturalezas, divina y humana, en la encarnación.
Deus, qui humanæ substantiæ dignitatem mirabiliter condidisti et mirabilius reformasti: da nobis, per hujus aquæ et vini mysterium, ejus divinitatis esse consortes, qui humanitatis nostræ fieri dignatus est particeps, Jesus Christus, Filius tuus, Dominus noster: Qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus: per omnia sæcula sæculorum. Amen

Ofrecimiento del Cáliz.
El sacerdote, en medio del Altar, eleva el Cáliz a la altura de los ojos, mientras dice:
Offerimus tibi, Domine, calicem salutaris, tuam deprecantes clementiam: ut in conspectu divinæ majestatis tuæ, pro nostra et totius mundi salute, cum odore suavitatis ascendat. Amen.

Humilde súplica de aceptación.
Luego, juntas las manos al borde del altar, e inclinado, continúa:
In spiritu humilitatis et in animo contrito suscipiamur a te, Domine: et sic fiat sacrificium nostrum in conspectu tuo hodie, ut placeat tibi, Domine Deus.

Invocación del Espíritu Santo.
El sacerdote, incorporándose, levanta ligeramente las manos y las junta de nuevo sobre el pecho, mientras invoca al Divino Espíritua, bendiciendo la ofrendas.
Veni, sanctificator, omnipotens æterne Deus: et benedic hoc sacrificium, tuo sancto nomini præparatum.

Lavatorio de manos.
El celebrante se dirige a la derecha del altar y mientras se lava las manos y se las seca con la toalla, dice:
Lavabo inter innocentes manus meas: et circumdabo altare tuum, Domine. Ut audiam vocem laudis, et enarrem universa mirabilia tua. Domine, dilexi decorem domus tuæ, et locum habitationis gloriæ tuæ. Ne perdas cum impiis, Deus, animam meam, et cum viris sanguinum vitam meam: In quorum manibus iniquitates sunt: dextera eorum repleta est muneribus. Ego autem in innocentia mea ingressus sum: redime me, et miserere mei. Pes meus stetit in directo: in ecclesiis benedicam te, Domine. Gloria Patri, et Filio, et Spiritu Sancto. Sicut erat in principio, et nunc, et semper: et in sæcula sæculorum. Amen. (El Gloria Patri se omite en las misas de difuntos)

Súplica a la Santísima Trinidad.
El sacerdote, inclinándose en el centro del altar, suplica a la Santísima Trinidad que se digne aceptar este sacrificio ofrecido a la gloria de nuestro Señor, Jesucristo, en honor de su Madre y de sus santos, y para nuestra salvación.
Suscipe, sancta Trinitas, hanc oblationem, quam tibi offerimus ob memoriam passionis, resurrectionis, et ascensionis Jesu Christi, Domini nostri, et in honorem beatæ Mariæ semper Virginis, et beati Joannis Baptistæ, et sanctorum apostolorum Petri et Pauli, et istorum et ominum sanctorum: ut illis proficiat ad honorem, nobis autem ad salutem: et illi pro nobis interecedere dignentur in cælis, quorum memoriam agimus in terris. Per eumdem Christum Dominum nostrum. Amen.

Orate, frates.
El sacerdote besa el altar, se vuelve hacia los fieles y los invita a unirse a él, en una oración ferviente.
S. Orate, fratres: ut meum ac vestrum sacrificium acceptabile fiat apud Deum Patrem omnipotentem.
P. Suscipiat Dominus sacrificium de manibus tuis ad laudem et gloriam nominis sui, ad utilitatem quoque nostram, totiusque Ecclesiæ suæ sanctæ.

Secreta.
Se lee el texto correspondiente. Hay tantas Secretas como Colecta u Oraciones hubo antes de la Epístola.
S....per omnia sæcula sæculorum.P. Amen

Prefacio.
Terminada la Secreta (o al final de la última si hay varias) el sacerdote lee el Prefacio correspondiente al que se indica para cada misa. En las misas que no tengan uno propio o que nada se indica, se lee el Prefacio común, que es el siguiente:
S. Dominus vobiscum.
P. Et cum spiritu tuo.
S. Sursum corda.
P. Habemus ad Dominum.
S. Gratias agamus Domino Deo nostro.
P. Dignum et justum est.
S. VERE dignum et justum est, æquum et salutare, nos tibi semper et ubique gratias agere, Domine sancte, Pater omnipotens, Æterne Deus, per Christum Dominum nostrum: per quem Majestatem tuam laudant angeli, adorant dominationes, tremunt potestates, cœli cœlorumque virtutes ac beata Seraphin socia exsultatione concelebrant. Cum quibus et nostras voces ut admitti jubeas deprecamur, supplici confessione dicentes:
En el Sanctus, la Iglesia proclama la santidad y la gloria de la Santísima Trinidad, y saluda con gozo al Salvador que va a bajar al altar.
P. Sanctus, Sanctus, Sanctus Dominus Deus Sabaoth. Pleni sunt cæli et terra gloria tua. Hosanna in excelsis. Benedictus qui venit in nomine Domini. Hosanna in excelsis.

CANON DE LA MISA

Invocación al Padre.
Terminado el Prefacio y rezado el Sanctus, el Sacerdote abre las manos, levantándolas un tanto, y elevando los ojos a la Cruz. Luego, tocando con las manos juntas el borde del Altar, e inclinado, dice:
Te igitur, clementissime Pater, per Jesum Christum, Filium tuum, Dominum nostrum, supplices rogamus, ac petimus, uti accepta habeas et benedicas hæc + dona, hæc + munera, hæc + sancta sacrificia illibata. In primis, quæ tibi offerimus pro Ecclesia tua sancta catholica: quam pacificare, custodire, adunare et regere digneris toto orbe terrarum: una cum famulo tuo Papa nostro N. et Antistite nostro N. et omnibus orthodoxis, atque catholicæ et apostolicæ fidei cultoribus.

Memento de vivos.
Aquí el celebrante se recoge unos momentos, y aplica la intención de la misa que ofrece, nombrando (como indican las letras N. y N.) las personas que desea encomendar al Señor. Pide también tú por alguna intención tuya.
Memento, Domine, famulorum famularumque tuarum N. et N. et omnium circumstantium, quorum tibi fides cognita est, et nota devotio, pro quibus tibi offeriumus: vel qui tibi offerunt hoc sacrificium laudis, pro se, suisque omnibus: pro redemptione animarum suarum, pro spe salutis et incolumitatis suæ: tibique reddunt vota sua æterno Deo, vivo et vero.

Unión con la Iglesia Triunfante.
El sacerdote recuerda a la Iglesia triunfante, cuya intercesión suplica.
Communicantes et memoriam venerantes, in primis gloriosæ semper Virginis Mariæ Genitricis Dei et Domini nostri Jesu Christi: sed et beati Joseph eiusdem Virginis Sponsi, et beatorum Apostolorum ac Martyrum tuorum, Petri et Pauli, Andreæ, Jacobi, Joannis, Thomæ, Jacobi, Philippi, Bartholomæi, Matthæi, Simonis et Thaddæi: Lini, Cleti, Clementis, Xysti, Cornelii, Cypriani, Laurentii, Chrysogoni, Joannis et Pauli, Cosmæ et Damiani: et omnium Sanctorum tuorum; quorum meritis precibusque concedas, ut in omnibus protectionis tuæ muniamur auxilio. Per eumdem Christum Dominum nostrum. Amen. (En algunas festividades, esta oración se modifica en su primer párrafo, según se especifica en el misal del altar.)

Bendición solemne de la ofrenda.
El sacerdote extiende sus manos sobre el Cáliz y la Hostia, y el monaguillo afisa a los fieles, con el toque prolongado de la campanilla, que se acerca la Consagración. Luego el celebrante prosigue:
Hanc igitur oblationem servitutis nostræ, sed et cunctæ familiæ tuæ, quæsumus, Domine, ut placatus accipias: atque ab æterna damnatione nos eripi, et in electorum tuorum jubeas grege numerari. Per Christum Dominum nostrum. Amen.
Quam oblationem tu, Deus, in omnibus, quæsumus, bene+dictam, adscrip+tam, ratam, rationabilem, acceptabilemque facere digneris: ut nobis Cor+pus, et Sanguis fiat dilectissimi Filii tui Domini nostri Jesu Christi.

Consagración del Pan.
Qui pridie quam pateretur, accepit panem in sanctas ac venerabiles manus suas (toma la Hostia), et elevatis oculis in cælum ad te Deum Patrem suum omnipotentem, tibi gratias agens (inclina la cabeza), bene+dixit, fregit, deditque discipulis suis, dicens: Accipite, et manducate ex hoc omnes. Hoc est enim corpus meum.
El sacerdote adora a Jesucristo presente en el altar, y eleva la Sagrada Hostia para que sea adorada por los fieles arrodillados; mirémosla y digamos en voz baja, con gran fe, piedad y amor: "Señor mío y Dios mío".

Consagración del vino.
El sacerdote pronuncia ahora las palabras que cambian la sustancia del vino en la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.
Simili modo postquam cenatum est, accipiens et hunc præclarum calicem in sanctas ac venerabiles manus suas (toma el Cáliz): item tibi gratias agens, bene+dixit, deditque discipulis suis, dicens: Accipite, et bibite ex eo omnes.
Hic est enim calix sanguinis mei, novi et æterni testamenti: mysteriumfidei: qui pro vobis et pro multis effundetur in remissionem peccatorum.
Hæc quoties cumque feceritis, in mei memoriam facietis.
Ahora el sacerdote eleva el Cáliz a lo alto, mostrándolo a la adoración de los fieles. Adora fervorosamente la Preciosísima Sangre del Redentor con el mayor afecto posible, y di: "Señor mío y Dios mío".

Oblación de la Sagrada Víctima.
El sacerdote, en nombre de la Santa Iglesia ofrece a Dios Padre el Cuerpo y la Sangre de su Divino Hijo, como la única ofrenda digna de la Divina Majestad.
Unde et memores, Domine, nos servi tui, sed et plebs tua sancta, ejusdem Christi Filii tui Domini nostri tam beatæ passionis, nec non et ab inferis resurrectionis, sed et in cælos gloriosæ ascensionis: offerimus præclaræ majestati tuæ de tuis donis ac datis, hostiam + puram, hostiam + sanctam, hostiam + immaculatam, Panem + sanctum vitæ æternæ et Calicem + salutis perpetuæ.
El sacerdote ruega a Dios que se digne aceptar este sacrifio como ha aceptado de las manos de los Patriarcas sus sacrificios, figuras del de nuestro Señor Jesucristo.
Supra quæ propitio ac sereno vultu respiscere digneris: et accepta habere, sicuti accepta habere dignatus es munera pueri tui justi Abel, et sacrificium patriarchæ nostri Abrahæ: et quod tibi obtulit summus sacerdos tuus Melchisedech, sanctum sacrificium, immaculatam hostiam.
El sacerdote se inclina profundamente, suplicando a Dios todopoderoso, que reina en el cielo, que reciba allí la oblación del sacrificio ofrecido aquí en la tierra.
Supplices te rogamus, omnipotens Deus: jube hæc perferri per manus sancti Angeli tui in sublime altare tuum, in conspectu divinæ majestatis tuæ: ut quotquot ex hac altaris (lo besa) participatione sacrosanctum Filii tui Cor+pus et San+guinem sumpserimus (se santigua), omni benedictione cælesti et gratia repleamur. Per eumdem Christum Dominum nostrum. Amen.

Memento de difuntos.
Ahora el sacerdote pide para las ánimas del Purgatorio la entrada en el cielo en virtud del divino sacrificio; y reza nominalmente (N. y N.), por los difuntos que desea encomendar al Señor. Asóciate tú, encomendando a los difuntos de tu particular devoción.
Memento etiam, Domine, famulorum famularumque tuarum N. et N., qui nos præcesserunt cum signo fidei, et dormiunt in somno pacis. Ipsis, Domine, et omnibus in Christo quiescentibus, locum refrigerii, lucis et pacis, ut indulgeas, deprecamur. Per eumdem Christum Dominum nostrum. Amen.

Oración por la Iglesia militante.
Mientras dice: "Nobis quoque peccatoribus", el sacerdote levanta un poco la voz y se da un golpe de pecho, como muestra de humildad, y con los asistentes se reconoce pecador. Para ellos y para él mismo, va a pedir el cielo en la compañía de los Santos, de los cuales nombra algunos mártires, honrados en Roma con un culto particular.
Nobis quoque peccatoribus famulis tuis, de multitudine miserationum tuarum sperantibus, partem aliquam et societatem donare digneris, cum tuis sanctis Apostolis et Martyribus: cum Joanne, Stephano, Matthia, Barnaba, Ignatio, Alexandro, Marcellino, Petro, Felicitate, Perpetua, Agatha, Lucia, Agnete, Cæcilia, Anastasia, et omnibus Sanctis tuis: intra quorum nos consortium, non æstimator meriti, sed veniæ, quæsumus, largitor admitte. Per Christum Dominum nostrum. Per quem hæc omnia, Domine, semper bona creas, sancti+ficas, vivi+ficas, bene+dicis et præstas nobis.

Conclusión del Canon.
En el momento en que va a terminar la oración del Canon, la Santa Iglesia proclama que, por nuestro Señor, Jesucristo, Dios nos concede todas las gracias y recibe toda gloria. Después el sacerdote ofrece de nuevo a nuestras adoraciones la Santa Hostia, durante la Elevación menor.
S. Per iPsum, et cum iPso, et in iPso, est tibi Deo Patri omniPotenti, in unitate Spiritus sancti, omnis honor, et gloria. Per omnia sæcula sæculorum.
P. Amen.

RITO DE LA COMUNIÓN

Pater Noster.
El sacerdote, como preparación a la Comunión, dice en voz alta el "Pater Noster". Esta oración dispone admirablemente para unirse a Dios, y para recibir sus gracias, ya que encierra, dice San Agustín, todo lo que podemos y debemos pedirle para su gloria, para nuestro bien y el del prójimo.
S. Oremus. Præceptis salutaribus moniti, et divina institutione formati, audemus dicere: Pater noster, qui est in cælis: Sanctificetur nomen tuum: Adveniat regnum tuum: Fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie: Et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem.
P. Sed libera nos a malo.
S. Amen.
Libera nos, quæsumus, Domine, ab omnibus malis, præteritis, præsentibus et futuris: et intercedente beata et gloriosa semper Virgine Dei Genitrice Maria, cum beatis Apostolis tuis Petro et Paulo, atque Andrea, et omnibus Sanctis (se santigua con la patena), da propitius pacem in diebus nostris: ut, ope misericordiæ tuæ adjuti, et a peccato simus semper liberi, et ab omni perturbatione securi.

Fracción del Pan Consagrado.
La Fracción del Pan era al principio una necesidad material para distribuir la Comunión. Al sustituirse los panes por las hostias pequeñas, se ha conservado como rito por haberlo practicado el mismo Jesús en la Cena. Antiguamente toda la misa se llamaba "Fracción del Pan". El sacerdote parte la santa Hostia por la mitad; y luego, de la mitad izquierda, parte un trocito, mientras dice:
S. Per eumdem Dominum nostrum Jesum Christum Filium tuum. Qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritu Sancti Deus. Per omnia sæcula sæculorum.
P. Amen.
El sacerdote, con la partecita menor de la Hostia hace tres cruces sobre la boca del Cáliz, diciendo:
S. Pax + Domini sit + semper vobis+cum.
P. Et cum spiritu tuo.
El sacerdote deja caer el fragmento de la santa Hostia en el Cáliz, para indicar la unión del Cuerpo y de la Sangre de Jesús, en el momento de su Resurrección, prenda de la nuestra, mientras va diciendo:
Hæc commixtio et consecratio Corporis et Sanguinis Domini nostri Jesu Christi, fiat accipientibus nobis in vitam æternam. Amen. 

Agnus Dei.
El sacerdote, inclinada la cabeza y golpeándose el pecho, dice:
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, dona nobis pacem.
En las misas de difuntos, se dice "dona eis requiem" en vez del "miserere nobis", y a la 3ª vez se añade "septiternam"

Oración por la unión.
En las misas de difuntos se omite esta oración. Inclinado y juntas las manos al borde del altar, pide la paz y unión de toda la Iglesia..
Domine Jesu Christe, qui dixisti Apostolis tuis: Pacem relinquo vobis, pacem meam do vobis: ne respicias peccata mea, sed fidem Ecclesiæ tuæ: eamque secundum voluntatem tuam pacificare et coadunare digneris: Qui vivis et regnas Deus per omnia sæcula sæculorum. Amen.
En las misas solemnes, tiene lugar la ceremonia del Beso de la Paz, como signo de unidad de espíritu y de afecto, que nos fue tan insitentemente recomendada por nuestro Señor. El sacerdote empieza besando el altar, como para recibir la paz de Jesucristo mismo, y luego da el saludo a los ministros y el pueblo dicendo:
Pax tecum.
El que la recibe responde:
Et cum spiritu tuo.

Oraciones preparatorias a la Comunión.
Domine Jesu Christe, Fili Dei vivi, qui ex voluntate Patris, cooperante Spiritu Sancto, per mortem tuam mundum vivificasti: libera me per hoc sacrosanctum Corpus et Sanguinem tuum ab omnibus iniquitatibus meis, et universis malis: et fac me tuis semper inhærere mandatis, et a te numquam separari permittas: Qui cum eodem Deo Patre et Spiritu Sancto vivis et regnas Deus in sæcula sæculorum. Amen.
Perceptio Corporis tui, Domine Jesu Christe, quod ego indignus sumere præsumo, non mihi proveniat in judicium et condemnationem: sed pro tua pietate prosit mihi ad tutamentum mentis et corporis, et ad medelam percipiendam: Qui vivis et regnas cum Deo Patre in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia sæcula sæculorum. Amen.

Comunión del celebrante.
El sacerdote hace genuflexión y toma la Santa Hostia en sus manos al tiempo que dice:
Panem cælestem accipiam, et nomen Domini invocabo.
Golpeándose el pecho tres veces y pronunciando en voz alta las cuatro primeras palabras, dice:
DOMINE, NON SUM DIGNUS, ut intres sub tectum meum: sed tantum dic verbo, et sanabitur anima mea.
El sacerdote comulga, tomando la Sagrada Hostia y la preciosa Sangre, diciendo:
Corpus Domini nostri Jesu Christi custodiat animam meam in vitam æternam. Amen.
Descubre el Cáliz y hace genuflexión, y tomándolo con la mano, recita estos versículos de salmos en acción de gracuas:
Quid retribuam Domino pro omnibus quæ retribuit mihi? Calicem salutaris accipiam, et nomen Domini invocabo. Laudans invocabo Dominum, et ab inimicis mei salvus ero.
Hace una cruz con el santo Cáliz, diciendo:
Sanguis Domini nostri Jesu Christi custodiat animam meam in vitam æternam. Amen.

Comunión de los fieles.
El momento más oportuno para la Comunión es después de haberlo hecho el celebrante y simboliza nuestra participación a la Víctima Divina. Mientras comulgan los fieles, el ayudante reza el Confíteor y responde al Misereatur y al Indulgentiam. Luego, el sacerdote toma la Sagrada Hostia y la presenta a los fieles diciendo:
S. Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi.
Entonces, los fieles, mientras se golpean el pecho, dicen por tres veces junto con el celebrante:
P. Domine, non sum dignus, ut intres sub tectum meum: sed tantum dic verbo, et sanabitur anima mea.

El sacerdote da la comunión a cada fiel, diciendo:
Corpus + Domini nostri Jesu Christi custodiat animam tuam in vitam æternam. Amen.
Se debe comulgar con respeto y de rodillas. Si no se comulga sacramentalmente, por lo menos puede hacerse una Comunión espiritual o de deseo.

ACCIÓN DE GRACIAS

Abluciones.
El monaguillo echa vino en el Cáliz, mientras el celebrante dice:
Quod ore sumpsimus, Domine, pura mente capiamus: et de munere temporali fiat nobis remedium sempiternum.
Purificando los dedos en el Cáliz:
Corpus tuum, Domine, quod sumpsi, et Sanguis, quem potavi, adhæreat visceribus meis: et præsta; ut in me non remaneat scelerum macula, quem pura et sancta refecerunt sacramenta: Qui vivis et regnas in sæcula sæculorum. Amen.

Comunión.
Se lee el texto correspondiente.
S. Dominus vobiscum.
P. Et cum spiritu tuo.

Poscomunión.
Se lee el texto correspondiente.
S. ... per omnia sæcula sæculorum.
P. Amen.

Despedida.
El sacerdote pasa al centro, besa el altar y vuelto al pueblo, dice:
S. Dominus vobiscum.

P. Et cum spiritu tuo.
S. Ite, missa est.
P. Deo gratias.
Cuando en la misa no hay Gloria:
S. Benedicamus Domino
P. Deo gratias.
En las misas de difuntos:
S. Requiescant in pace.
P. Amen.

Oración final a la Santísima Trinidad.
El sacerdote se inclina en medio del altar y suplica por última vez a la Santísima Trinidad que tenga por agradable el sacrificio que acaba de ofrecer.
Placeat tibi, sancta Trinitas, obsequium servitutis meæ: et præsta; ut sacrificium, quod oculis tuæ majestatis indignus obtuli, tibi sit acceptabile, mihique et omnibus, pro quibus illud obtuli sit, te miserante, propitiabile. Per Christum Dominum nostrum. Amen.
Antes de despedir al pueblo, el celebrante le bendice en el nombre de la Santísima Trinidad, en cuya bendición se cifra la gracia del Santo Sacrificio. Esta bendición nos recuerda  la última que dio el Señor antes de su Ascención; también Cristo estaba entre nosotros durante el Santo Sacrificio de la misa. Ahora nos abandona, por decirlo así, con santo misterio; se despide de nosotros bendiciéndonos, Pero el Ite, Missa est nos llama de nuevo a la dura vida cotidiana y nos envía a la misa de la vida. Se omite en las misas de difuntos.
S. Benedicat vos omnipotens Deus, Pater, et Filius, + et Spiritus Sanctus.
P. Amen.

Último Evangelio.
Leamos ahora, con el sacerdote, el principio del Evangelio según San Juan, que resume todo aquello de que hemos sido partícipes durante el Santo Sacrificio. Sí; el Verbo divino, Cristo, se hizo carne en la misa y habitó entre nosotros en la casa del Señor, y mora ahora en nuestros corazones. Con los ojos de la fe hemos podido ver su gloria, llena de gracia y de verdad. El Deo gratias final es el grito de gratitud que se nos escapa del corazón, por haberle recibido cuando vino y habernos hecho hijos de Dios.
S. Dominus vobiscum.
P. Et cum spiritu tuo.
S. Initium sancti + Evangelii secundum Joannem.
P. Gloria tibi, Domine.
S. In principio erat Verbum, et Verbum era apud Deum, et Deus erat Verbum. Hoc erat in pricipio apud Deum. Omnia per ipsum facta sunt: et sine ipso factum est nihil, quod factum est: in ipso vita erat, et vita erat lux hominum: et lux in tenebris lucet, et tenebræ eam non comprehenderunt.
Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Joannes. Hic venit in testimonium, ut testimonium perhiberet de lumine, ut omnes crederent per illum. Non erat ille lux, sed ut testimonium perhiberet de lumine.
Erat lux vera, quæ illuminat omnem hominem venientem in hunc mundum. In mundo erat, et mundus per ipsum factum est, et mundus eum non cognovit.
In propria venit, et sui eum non receperunt. Quotquot autem receperunt eum, dedit eis potestatem filios Dei fieri, is qui credunt in nomine ejus: qui non ex sanguinibus, neque ex voluntate carnis, neque ex voluntate viri, sed ex Deo nati sunt. (Genuflexión) Et Verbum caro factum est, et habitativit in nobis: et vidimus gloriam ejus, gloriam quasi Unigeniti a Patre, plenum gratiæ et veritatis.
P. Deo gratias.

Ordinario de la Misa



RITOS INICIALES

Ante la asamblea reunida, al terminar el canto de entrada, el sacerdote dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El Pueblo responde:
Amén.

SALUDO

El sacerdote saluda al pueblo, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.

O bien:
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, estén con todos ustedes.

O bien:
El Señor esté con ustedes.

El sacerdote puede emplear otro saludo de los que se encuentran en el misal del altar.

RESPUESTA

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

ACTO PENITENCIAL

El sacerdote invita al acto penitencial diciendo:
Hermanos: para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.

El sacerdote puede emplear otra invitación de las que se encuentran en el misal del altar.

Se hace una breve pausa de silencio.

Después, todos hacen en común la fórmula de la confesión general:
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Y golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
El sacerdote concluye:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
El pueblo responde:
Amén.

El sacerdote puede emplear otra f´romula para el acto penitencial, de las que se encuentran en el misal del altar. En su lugar puede usar la bendición y aspersión del agua en memoria del Bautismo.

Siguen las invocaciones Señor, ten piedad (Kýrie eléison), a no ser que ya se hayan utilizado en alguna de las fórmulas del acto penitencial.

V: Señor, ten piedad.
R: Señor, ten piedad.
V: Cristo, ten piedad.
R: Cristo, ten piedad.
V: Señor, ten piedad.
R: Señor, ten piedad.

GLORIA

A continuación, cuando está prescrito, se canta o se dice el himno:

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombre
que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,

te damos gracias,
Señor Dios, Rey Celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo;
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
Tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
Tú que quitas el pecado del mundo,
atiende a nuestra súplica;
Tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque solo Tú eres Santo,
solo Tú Señor,
solo Tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.

ORACIÓN COLECTA

Acabado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta.
La colecta termina con la conclusión:
...por los siglos de los siglos.
Al final de la oración el pueblo aclama:
Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
El lector va al ambón y lee la primera lectura, que todos escuchan sentados.
Para indicar el final de la lectura, el lector dice:
Palabra de Dios.
Todos responden:
Te alabamos, Señor.

SALMO
El salmista, o el cantor, canta o recita el salmo, y el pueblo pronuncia la respuesta.

SEGUNDA LECTURA
El lector lee la segunda lectura desde el ambón, como la primera.
Para indicar el final de la lectura, el lector dice:
Palabra de Dios.
Todos responden:
Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
Sigue el Aleluya, u otro canto, según lo requiera el tiempo litúrgico.

EVANGELIO
Después el diácono, o el sacerdote, va al ambón, y dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El diácono o el sacerdote:
Del santo Evangelio según san N.
El pueblo aclama:
Gloria a ti, Señor.
Luego el diácono o el sacerdote, proclama el Evangelio.
Acabado el Evangelio, el diácono, o el sacerdote, aclama:
Palabra del Señor.
Todos responden:
Gloria a ti, Señor Jesús.

HOMILÍA
Luego se hace la homilía.

PROFESIÓN DE FE
Terminada la homilía, se canta o se dice el Símbolo o Profesión de fe:

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo,
En las palabras que siguen, hasta se hizo hombre, todos se inclinan.
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.

En lugar del Símbolo Niceno-constantinopolitano, sobre todo en el Tiempo de Cuaresma y en el Tiempo de Pascua, se puede emplear el Símbolo bautismal de la Iglesia de Roma, también llamado "de los Apóstoles".

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
En las palabra que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén.

ORACIÓN UNIVERSAL

Invitatorio
El sacerdote invita a los fieles a orar, por medio de una breve monición.

Intenciones
Las intenciones son propuestas por un diácono o, en su defecto, por un lector o por otra persona idónea.
El pueblo manifiesta su participación con una invocación u orando en silencio.

Conclusión
El sacerdote termina la plegaria universal con una oración conclusiva.

LITURGIA EUCARÍSTICA

PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio.
Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres.

PRESENTACIÓN DEL PAN Y DEL VINO
El sacerdote, de pie junto al altar, toma la patena con el pan y teniéndola con ambas manos un poco elevada sobre el altar, dice en voz baja:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida.
Si no se hace el canto para el ofertorio, el sacerdote puede decir estas palabras en voz alta; al final, el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.
Después, el sacerdote toma el cáliz y, teniéndolo con ambas manos un poco elevado sobre el altar, dice en voz baja:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación.
Se no se hace el canto para el ofertorio, el sacerdote puede decir estas palabras en voz alta; al final, el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.

LAVABO
Luego el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Invitación
El sacerdote, de pie en el centro del altar, dice:
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El sacerdote puede emplear alguna otra de las fórmulas que se encuentran en el misal del altar.
El pueblo se pone de pie y responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

Oración
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas.
La oración sobre las ofrendas termina con la conclusión:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien:
...por los siglos de los siglos.
Concluida la oración sobre las ofrendas, el pueblo aclama:
Amén.

PLEGARIA EUCARÍSTICA

DIÁLOGO INTRODUCTORIO AL PREFACIO

El sacerdote empieza la Plegaria eucarística con el prefacio. Dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote prosigue:
Levantemos el corazón.
El pueblo:
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
El sacerdote dice:
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
El pueblo:
Es justo y necesario.
El sacerdote prosigue el prefacio.

PREFACIO II/A DE ADVIENTO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron y la Virgen esperó con innegable amor de madre; Juan Bautista anunció su próxima venida y lo señaló después ya presente.
Él mismo es quien nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...

PREFACIO II DE NAVIDAD
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien, en el misterio santo que hoy celebramos, siendo invisible en su naturaleza divina, se hizo visible al asumir la nuestra y, engendrado antes de todo tiempo, comenzó a existir en el tiempo para reintegrar en la unidad a la creación entera, reconstruyendo en su persona cuanto en el mundo yacía derrumbado y para llamar de nuevo al hombre caído al Reino de los cielos.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos, llenos de alegría: Santo, Santo, Santo...

PREFACIO V DE CUARESMA
En verdad es justo bendecir tu nombre, Padre rico en misericordia, ahora que, en nuestro itinerario hacia la luz pascual, seguimos los pasos de Cristo, maestro y modelo de la humanidad reconciliada en el amor.
Tú abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo a través del desierto cuaresmal, para que, llegados a la montaña santa, con el corazón contrito y humillado, reavivemos nuestra vocación de pueblo de la alianza, convocado para bendecir tu nombre, escuchar tu palabra, y experimentar con gozo tus maravillas.
Por estos signos de salvación, unidos a los ángeles, ministros de tu gloria, proclamamos el canto de tu alabanza: Santo, Santo, Santo...

PREFACIO I DE PASCUA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca (en esta noche) (en este día) (en este tiempo), en que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado.
Porque Él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo: muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida.
Por eso, con esta efusión del gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...

PREFACIO I PARA LOS DOMINGOS DEL TIEMPO ORDINARIO
El Misterio Pascual y el Pueblo de Dios
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien, por su Misterio Pascual, realizó la obra maravillosa de llamarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte al honor de ser estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de tu propiedad, para que, trasladados por ti de las tinieblas a tu luz admirable, proclamemos ante el mundo tus maravillas.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...

PREFACIO VII PARA LOS DOMINGOS DEL TIEMPO ORDINARIO
La salvación por la obediencia de Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso, que no sólo nos enviaste como Redentor a tu propio Hijo, sino que lo quisiste en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, para poder así amar en nosotros lo que en Él amabas.
Y con su obediencia nos devolviste aquellos dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido.
Por eso, ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y santos, diciendo: Santo, Santo, Santo...

SANTO
En unión con el pueblo, concluye el prefacio, cantando o diciendo con voz clara:
Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

V: El Señor esté con ustedes.
R: Y con tu espíritu.
V: Levantemos el corazón.
R: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R: Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado. Él es tu Palabra, por quien hiciste todas las cosas; Tú nos lo enviaste para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María, la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor. Él en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo. Por eso, con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria, diciendo: Santo, Santo, Santo...

El sacerdote dice:
Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad; por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que se conviertan para nosotros en el Cuerpo y + la Sangra de Jesucristo, nuestro Señor.
El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.

Hace genuflexión y prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía.

Hace genuflexión. Luego dice una de las siguientes fórmulas:
1.
Éste es el Misterio de la fe.
o bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
2.
Éste es el Misterio de la fe. Cristo nos redimió.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
3.
Éste es el Misterio de la fe. Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos, Tú que nos has liberado por tu cruz y resurrección.

Después el sacerdote dice:
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia. Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Acuérdate, Señor de tu Iglesia extendida por toda la tierra;
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y asención al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo. Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
_____________________________________
En los domingos, cuando no hay otro Acuérdate, Señor propio, puede decirse:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal;
_____________________________________
y con el Papa N., con nuestro obispo N. y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad. Acuérdate también de nuestros hermanos que se durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tu alabanzas.

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Después sigue el rito de la Comunión.

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus creaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en el Cuerpo y + la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios. Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía.
Hace genuflexión. Luego dice una de las siguientes fórmulas:
1.
Éste es el Misterio de la fe.
O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
2.
Éste es el Misterio de la fe. Cristo nos redimió.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
3.
Éste es el Misterio de la fe. Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos, Tú que nos has liberado por tu cruz y resurrección.
Después el sacerdote dice:
Que Él nos transforma en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san N.: santo del día o patrono) y todos los santos por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa N., a nuestro obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti. Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia.
_____________________________________
En los domingos, cuando no hay otro Atiende propio, puede decirse:
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal
_____________________________________
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijo dispersos por el mundo. + A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos bienes. +

Cuando esta Plegaria eucarística se utiliza en las Misas de difuntos, puede decirse:
+ Recuerda a tu hijo (hija) N., a quien llamaste (hoy) de este mundo a tu presencia: concédele que, así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo, comparta también con Él la gloria de la resurrección, cunado Cristo haga resurgir de la tierra a los muertos, y transforme nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo. Y a todos nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como Tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes. +

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.

RITO DE LA COMUNIÓN

Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote dice:
Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:

Junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Solo el sacerdote prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Después el sacerdote dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
El sacerdote añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego el diácono, o el sacerdote, añade:
Dense fraternalmente la paz.
O bien:
Como hijos de Dios, intercambien ahora un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, dense la paz como signo de reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado, dense fraternalmente la paz.
Y todos, según las costumbres del lugar, se intercambian un signo de paz.
Se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.

El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, dice:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que van a comulgar. Muestra el pan consagrado a cada uno y le dice:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal del altar. Cuando el sacerdote ha comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de Comunión. Finalizada la Comunión, el sacerdote puede volver a la sede. Si se considera oportuno, se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza.

Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes. Después el sacerdote dice la oración después de la Comunión.
La oración después de la Comunión termina con la conclusión:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien:
...por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN

Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.

BENDICIÓN FINAL

Después tiene lugar la despedida. el sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
El pueblo responde:
Amén.
En algunos días u ocasiones, a esta fórmula de bendición precede otra fórmula de bendición más solemne, o una oración sobre el pueblo.

Luego el diácono, o el mismo sacerdote, dice:
Pueden ir en paz.
O bien:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Pueden ir en paz.
O bien:
Glorifiquen al Señor con su vida. Pueden ir en paz.
O bien:
En el nombre del Señor, pueden ir en paz.
O bien:
En la paz de Cristo, vayan a servir a Dios y a sus hermanos.
O bien, especialmente en los domingos de pascua:
Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Pueden ir en paz.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Después el sacerdote se retira.