“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 21 de agosto de 2011

Día del catequista

PRIMERA LECTURA
Is 22, 19-23
SALMO
Sal 137, 1-3. 6. 8
SEGUNDA LECTURA
Rom 11, 33-36
EVANGELIO
Mt 16, 13-20
Jesús es la respuesta … pero ¿cuál es la pregunta?
La forma en que los otros nos nombran y las palabras que nos designan tiene una profunda significación sobre nuestra propia identidad. Las palabras no son neutras. Tienen un profundo contenido revelador de capas profundas de pensamiento, sentimientos y actitudes. La forma en que se nos designa no es un tema neutro. La identidad y el reconocimiento de dignidad y ubicación en el panorama social son fuertemente influidos en la forma en que otros nos nombran y designan.
Las personas comprometidas en promoción de derechos y dignidades sabemos muy bien las consecuencias de las palabras que forman el sustrato sobre el cual, muchas veces, se construyen estigmas y prejuicios.
Así comienza a reflexionar Lisandro Orlov, un teólogo que actualmente divide su tiempo entre conferencias y el cuidado de personas con VIH-SIDA.
En la actualidad -prosigue- esas personas que viven en situación de vulnerabilidad a la epidemia del vih también se hacen la misma pregunta: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?». En ese proceso hemos podido contemplar como esas personas y esos grupos ya no permiten que los demás les designen y se han apoderado de las palabras, de los rótulos, de las etiquetas y de las ideologías que esas palabras transmiten. Esos grupos vulnerables al estigma y al prejuicio que culmina con exclusiones diversas, deciden la forma en que quieren ser nombrados. Ya no permiten que otros y otras hablen por ellos y ellas. En su decisión de nombrarse a si mismos también han roto con los silencios impuestos por lo que tienen diversos poderes. Los márgenes han comenzado a decir claramente quiénes son y que quieren. No delegan en nadie la palabra ni permiten que otros los etiqueten o hablen por ellos.
Es interesante como la comprensión que tienen otros de una persona tiene perspectivas diversas. Nuestras identidades no son monocolor, unívoca, homogénea. Pera nosotros y para los demás nuestra identidad tiene diversidad de posibilidades y matices. No se agota en una frase, en una palabra, en un nombre, en un acrónimo, o en un rótulo Las etiquetas y las palabras nunca limitan la riqueza de la identidad de una persona, de una vida, de una existencia.
Es significativa de esa riqueza de miradas, la simbología que en la religiosidad popular tenían las tres figuras que evoca la acción y la palabra de Jesús de Nazaret. Juan el Bautista que paga con su vida su fidelidad a la denuncia profética, es comprendido como un preanuncio de la sombra de cruz. Elías, que como figura apocalíptica de los últimos tiempos es un signo de esperanza y de acción divina en situaciones críticas en que la cruz se hace presente y realidad. Es importante recordar que la literatura apocalíptica no tiene como objetivo aterrorizar sino que, muy por el contrario, busca con todos sus símbolos mostrar la presencia y solidaridad de Dios en situaciones de calamidad. El nombre de Jeremías nos sorprende porque no forma parte del elenco estable de las figuras que se consideraban como precursoras de tiempos mejores, pero si coloca la comprensión de Jesús de Nazaret en la perspectiva de la cruz porque Jeremías es el símbolo del profeta perseguido y ultrajado por su fidelidad al proyecto del Reino. Estas tres figuras muestran la riqueza de toda identidad y de toda acción que promueve justicia y establece desafiantes propuestas de políticas públicas.
Así como las palabras no son neutras, tampoco lo son los espacios geográficos. Esta escena del evangelio ocurre en un espacio político que adquiere una significación teológica. Evidentemente hay aquí una estrategia. La región de Cesarea de Filipo es un área heterogénea desde el punto de vista religioso y político. Esta zona está alejada de toda agitación nacionalista y limitada a pueblos, personas o culturas. Esta confesión se enmarca en un espacio abierto a lo universal y a los márgenes de la comunidad política y de fe. Este espacio es parte de la confesión. Al igual que muchas de nuestras afirmaciones centrales de fe adquieren una dimensión impensada, revolucionaria, escandalosa cuando las proclamamos y vivimos en medios de las personas vulnerables al estigma y al prejuicio asociado al vih. ¿Qué puede pensar y cómo puede vivir el anuncio de Cristo un usuario de droga en plena carrera, una trabajadora sexual esperando su cliente en las esquinas de nuestras ciudades, un hombre que ama a otro hombre? ¿Qué dicen las personas y los grupos vulnerables al vih de Jesús de Nazaret? ¿Cómo lo ven a través de la imagen y la proclamación que las comunidades de fe hacen del Evangelio?
La confesión de Pedro, sobre la cual se ha de construir la comunidad de Jesús de Nazaret, nombra al Dios vivo que proclama que el mañana será mejor si comenzamos hoy una etapa de transformación, justicia y amor. El Hijo del Dios vivo, no es solo promesa de un futuro mejor sino un desafío y un escándalo para este presente de sombras y pocos gozos. Jesús de Nazaret es a la vez revelación de un futuro en el cual se cumplirá la voluntad de Dios pero también de una acción presente que en la fe busca la justicia del amor incondicional e inclusivo. Se nos hace una pregunta que busca, no definiciones dogmáticas, sino acciones transformadoras del presente para que el futuro sea posible.
Pedro, aquel que se opondrá al camino de la cruz y que le negará tres veces, en esta proclamación se asume como confesor que corre todos los riesgos de esa confesión. ¡Qué desafío es para nosotros recuperar el riesgo y el escándalo de nuestras confesiones de fe! Pedro en tanto que confesor arriesgado se transforma en la piedra sobre la cual se construye la iglesia. Nuestro llamado y vocación también es para ser una iglesia confesante en contextos de riesgo. Anunciar al amor incondicional de Dios en el contexto de las personas y grupos vulnerables es un espacio de riesgo y escándalo porque muchos de nuestros hermanos quisieran que allí anunciemos la ley, la condena y el juicio, cuando estamos llamados a confesar y anunciar la buena noticia del Hijo de Dios vivo que nos muestra al Amigo que se queda con nosotros en el atardecer de todos nuestros días y comparte nuestra mesa sin condiciones y sin reparos.
Esta confesión tiene su fundamento e iniciativa en Dios Padre porque no la ha revelado ni la carne ni la sangre. La iniciativa de toda confesión siempre tiene la misma fuente: la gracia sorprendente del Creador con todas sus hijas e hijos.
Sobre esta confesión que tiene su fuente en Dios mismo se construye el ministerio de atar y desatar, de perdonar y condenar. La delegación de este poder es dinámica. Es un futuro que depende de la permanencia en la fidelidad a la confesión. No es algo que se posee de una vez para todas sino que es una gracia cotidiana que se relaciona con la continuidad de nuestra confesión escandalosa y de riesgo. Estas llaves no tienen nada que ver con puertas o con porterías sino con acceso a la sabiduría de enseñar las llaves hermenéuticas de la cruz. Estas llaves tienen que ver con la hermenéutica, con la enseñanza y con la vida que confiesa que Jesús de Nazaret es el Hijo del Dios vivo, con todos los riesgo de martirio que significa anunciar esa inclusividad y esa universalidad en espacios que por naturaleza excluyen, esclavizan, tratan a las personas como mercaderías. Solamente desde la cruz se puede ejercer este ministerio de atar y desatar, que no es un poder, sino una confesión.
Este es el secreto de cruz en el que vivimos el riesgo y el escándalo de afirmar que Jesús de Nazaret es el Hijo del Dios vivo, aquí y ahora.
Jesús es la respuesta … pero ¿cuál es la pregunta?
«Tú eres el Mesías, el hijo del Dios vivo.»
¿Qué significa «Mesías» e «hijo de Dios» hoy? En tiempos de Jesús, los judíos tenían esperanzas muy vivas sobre la venida de Dios para salvarles; las palabras de Pedro solo tienen sentido dentro de aquella esperanza. Por eso, cuando Jesús nos pregunta hoy «¿quién soy yo para ti?», nos está pidiendo mucho más que la repetición de una frase hecha; mucho más que la repetición de una frase aprendida.
¿Dónde ponemos nuestra felicidad, cuál es La Pregunta de nuestra vida?. Cuando sepamos eso, tendrá sentido decir que Jesús es la respuesta.
(Por cierto, Jesús, ¿y quién dices tú que somos nosotros?)

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