“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 28 de agosto de 2011

22º Domingo Ordinario

Primera Lectura: Jr. 20, 7-9 Soy objeto de burla por anunciar la Palabra del Señor.
Salmo: 62 Señor, mi alma tiene sed de ti.
Segunda Lectura: Rm. 12, 1-2 Ofrézcanse ustedes mismos como una ofrenda viva.
Evangelio: Mt. 16, 21-27 El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo.

Hemos venido reflexionando la palabra que Dios nos da a través de su Iglesia. Cada domingo, regularmente, desde hace algún tiempo hemos compartido e intercambiado opiniones. Y también con cierta regularidad hemos recibido una serie de ataques y burlas por ser católicos o por ser gays. ¡La discriminación está en todas partes! Pero no nos hemos dejado vencer, ni lo permitiremos. Somos católicos y aquí estamos, en pie, defendiendo el estilo de vida que nuestro Señor, con su infinita sabiduría tuvo como voluntad darnos.

Esa es nuestra cruz, esa es la vida que nos tocó vivir, y nuestra felicidad depende de cómo nos sobrepongamos a las situaciones que nos toque enfrentar. A veces es más fácil decidir dar la vuelta y evitarlas. Es entonces cuando llega la frustración y buscamos refugio en cosas sin sentido. Compramos cosas sin parar, bebemos sin medida, conocemos las drogras y buscamos su efecto sin importar las consecuencias sobre nuestra salud y la de la sociedad, vemos la promiscuidad como un escape y de nuevo ignoramos el riesgo físico que eso significa y con menos frecuencia pensamos en el emocional o el espiritual.

Hermanos, estamos aquí para apoyarnos en el camino, ese que debemos andar con la cruz a cuestas. Pero no consideremos a esa cruz como un instrumento de tortura y suplicio, tampoco como objeto de locura o escándalo. Recordemos que a través de la cruz llegó la salvación al mundo, fue el sacrifició del Hijo de Dios sobre ella lo que permitió el glorioso momento de la Resurrección. No somos dueños de nuestra vida, pero si somos sus administradores y es mejor que consideremos hacernos responsables por lo que decidimos y dejamos de decidir según las circunstancias que se nos vayan presentando. Nosotros también tenemos el poder para decir: ¡Apártate de mí Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino!"

Dios es amor, eso es un hecho indiscutible. Cuando tenemos verdadero amor en nuestros corazones llegan a nuestra vida momentos de paz y tranquilidad. Siempre estamos rodeados de Dios, pero cuando el amor brota de nuestros corazones somos capaces de sentir su grandeza. Por eso cuando sentimos celos, miedo, ira, frustración, incomprensión, ansiedad, o cualquier emoción llamada mala, podemos estar seguros que la fuente de ese sentimiento no viene de Dios, sino de su ausencia. Todo aquello que en verdad nos haga sentir confianza, felicidad, seguridad y dominio de nosotros mismos debe venir del Señor. Por eso, recordemos que todo dicho, disposición o sentencia homofóbica no tienen nada que ver con el modo de pensar de nuestro Padre Amoroso, sino con el de los hombres, que somos pecadores y pretendemos imponer nuestra forma de pensar, aun con dolor, en la mayoría de las ocasiones.

Es un camino muy largo por recorrer, pero si miramos en retrospectiva nos daremos cuenta que ya hemos avanzado mucho. En países como España, Argentina y México, el reconocimiento de las uniones maritales de parejas del mismo sexo ya es una realidad. En otros países latinoamericanos se están discutiendo leyes en ese mismo sentido y en contra de la discriminación (tema que por cierto beneficiaría a personas divorciadas, viudas, adultos mayores, indígenas, indigentes, VIH positivos, embarazadas, jóvenes, Etc.), y en los que aun no se ha hecho nada ya se empieza a visibilizar un camino hacia la tolerancia y el respeto. Situación de la que este blog, junto con otros tantos pretende formar una brecha dentro de la Iglesia que nos lleve al diálogo y la comprensión mútua.

Es por eso que debemos santificar no solo los Domingos y fiestas religiosas, sino cada momento de nuestra vida. Recordemos que Dios también puede estar presente cuando vamos al trabajo, cuando estamos en casa con la familia, cuando salimos a bailar o beber algo un fin de semana e incluso cuando establecemos vínculo carnal con nuestra pareja del mismo sexo si estamos convencidos de que lo hacemos con amor. Lo demás ya el tiempo y la experiencia nos lo enseñarán. Cuando santificamos cada momento del día, seguro es que nos ofrecemos como ofrenda viva a nuestro Dios y le invitamos a formar parte de nuestra vida.

Así que cuando un católico "bienpensante" se levante en nuestra contra y nos diga cosas como que nosotros no podemos ser católicos porque nuestro estilo de vida va en contra de las enseñanzas de la Iglesia o de la Biblia, no nos dejemos engañar. Son hombres y mujeres que aún no han entendido del todo la forma de pensar de un Dios que es amor o de su Hijo que es inclusión y liberación. Oremos por ellos. Pero también cuando algún integrante del colectivo LGBT nos ataque por ser católicos, no caígamos en la provocación, no discutamos, no nos perdamos en un laberinto de argumentos. Tratemos de pensar en cómo actuaría Jesús y oremos por ellos. Somos gays, somos católicos y eso nadie excepto Dios y nosotros mismos lo podría cambiar.

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