“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 12 de diciembre de 2010

Virgen Santa María de Guadalupe


¿Qué no estoy yo aquí que soy tu Madre?

Para los ojos de cualquier observador que haya visitado este blog habrá sido fácil darse cuenta que el mismo está dedicado a la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo y a la siempre Virgen Santa María de Guadalupe, Madre del Verdadero Dios por quien se vive. El año nos ha traído nuevamente su día y hablaremos un poco de ella.

La historia nos cuenta que en el año del Señor de 1531, se apareció la Virgen a un indio llamado Juan Diego, a quien ella llamaba el más pequeño de sus hijos. Trasciende que en ese tiempo los indígenas tenían un enorme rencor contra los españoles por la guerra que diez años antes les habían ganando tomando con ello la enorme y hermosa ciudad de Tenochtitlán. Las ideas de un nuevo Dios no entrarían al pueblo indígena por más monjes y catequistas que se mandaran por parte de la Corona o del Triregno. A pesar que los indígenas consideraron dioses a los españoles por sus diferencias fisionómicas.

Y entonces sucedió un hecho inimaginable. La misma Madre de Dios decidió venir al Cerro del Tepeyac, en el que tradicionalmente se rendía culto a la diosa azteca Tonantzin. Y como ya sabemos nosotros, ella se aparece en distintas regiones utilizando los rasgos físicos de las personas que ahí habitan. En este caso no se trata de un símbolo para privilegiar la invasión que los europeos hacían en el imperio mexica, sino para indicar el nuevo camino a seguir para generar una nueva raza, fruto de la mezcla de los indígenas oriundos de América, los esclavos provenientes de África y los conquistadores de Europa. Esa raza nueva sería la mexicana.

Por ahora dejaremos de lado lo que corresponde al injusto trato que se hizo y se sigue haciendo a los indígenas mexicanos, tema que deseé tratar en la festividad de San Juan Diego y que por estar aún corto de conocimientos dejé de lado, y hablaremos de la oportunidad del sincretismo. El culto mexicano se vio fuertemente identificado con el culto cristiano (Hay verdades que todas las religiones tienen, pues Dios es Uno y su Salvación es para todos; el Concilio Vaticano II hace eco de esto y nos lo rectifica) y los indígenas, que ya estaban acostumbrados a sacrificarse por sus dioses, vieron en el Sacrificio de Jesús por la humanidad y sus enseñanzas de vida a un Dios más cercano a la Única Verdad, de la cual ningún Ser Humano, excepto Cristo mismo, es depositario.

Pero en la Iglesia han habido más sincretismos y no todos han sido auspiciados por la Santa Virgen María, sino que en algunas ocasiones la razón también ha triunfado y ante las demostración inexorables del dogma científico, la jerarquía eclesiástica ha reconocido sus errores y ha pedido perdón por ellos. Me refiero particularmente al caso del célebre astrónomo Galileo Galilei, quien para evitar ser condenado por sus ideas tuvo que renunciar a ellas y reconocer que iban en contra de la doctrina y enseñanzas del magisterio católico, pero varios siglos después podemos observar que el mismo Vaticano tiene su observatorio espacial, el cual descansa, por supuesto en las teorías de Galileo.

Y menciono estos casos porque en el mestizaje que la Virgen de Guadalupe nos enseña veo la clara oportunidad de unir y hacer uno solo lo que parece imposible de unir. Para el mexicano, ser guadalupano es algo especial, subconciente, intangible. Se trata de un valor que todos y todas tenemos, si no religiosa, si culturalmente, al grado que podemos decir que hasta los judíos mexicanos son guadalupanos en lo que a cultura toca, pero eso es tema para otro blog.

En nuestros días nos parece imposible que los homosexuales seamos aceptados dentro de la Iglesia, o que la Iglesia sea aceptada al interior de la comunidad LGBTI. Pero yo no me voy con esa apariencia y precisamente por eso he creado este espacio de sincretismo. Bajo el pontificado de Su Santidad Benedicto XVI se han cometido horribles vejaciones contra los homosexuales de todo el mundo católico. Durante siglos los homosexuales han encontrado en la Iglesia un refugio contra la homofobia social, pero ahora, tras los escándalos de pedofilia se ha optado por la terrible medida de prohibir la entrada de homosexuales o personas que sean sospechosos de homosexualidad a nuestros seminarios.

Se puede desacatar la voluntad del Papa o de los obispos, se puede desacatar la voluntad del padre o de la madre en la familia, se puede desacatar la voluntad del rector o el director en el mundo académico, y también la del presidente, rey o primer ministro de algún país. Pero lo que no se puede desacatar es la voluntad de Dios. Si el Señor llama a alguien a su servicio, y lo hace a través de la vocación sacerdotal, no entendo cómo es que el Papa dice que “Los seminaristas homosexuales no pueden ser sacerdotes porque su orientación sexual los distancia de la recta paternidad". Si Dios es el que llama, el Papa debe obedecer y siendo prudentes los sacerdotes aumentarían al rededor del mundo. No hay crisis de vocaciones, hay trabas burocráticas eclesiales a la voluntad del Señor.

Por eso veo en la Virgen de Guadalupe la oportunidad perfecta para acabar con esas falsas pretensiones y llegar a la verdadera aceptación de la religión católica dentro de la comunidad LGBTI (por quien quiera hacerlo), como sucede por ejemplo con el budismo, pero especialmente que se acabe con la homofobia institucional y los obispos católicos y con ellos todos los demás respeten y acepten al homosexual tal cual es.

Es mi deseo que hoy se viva en grande la fiesta en toda América Latina, puesto que la Virgen de Guadalupe es reina de México y patrona de las Américas, pero más que disfrutarlo entendamos y comprendamos el mensaje de amor e inclusión que en nombre de su Hijo viene ella a darnos.

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