“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 14 de noviembre de 2010

XXXIII Domingo Ordinario

Primera Lectura: Ml 3, 19-20
Salmo: 97
Segunda Lectura: 2 Ts 3, 7-12
Evangelio: Lc 21, 5-19

Fuera de toda la interpretación apocaliptica fundamentalista que le podríamos dar a estos pasajes de la Biblia que la Iglesia nos proclama en este día del Señor, me gustaría retomar las frases más importantes que pueden atañer al objetivo de este blog.

Pero antes quisiera decirles que estoy profundamente feliz, pues tras una semana dura y llena de muchos retos y trabajos el Señor me bendijo con las luces de su Amor, Sabiduría y Gloria en diferentes momentos durante este fin de semana.

Durante mucho tiempo (digamos que toda nuestra vida), el magisterio de la Iglesia nos dice que sí y que no, que ser gay es malo, es pecado y tal actitud merece el infierno. Este humilde servidor del Señor -simple laíco que trabaja para la mayor gloria de Dios-tras una larga experiencia de oración y meditación en su adolescia descubrió que eso no es cierto y ha tratado de difundir ese mensaje. Debo resaltar que no estoy solo, ustedes tampoco. En el camino me he encontrado con sacerdotes, monjas, teólogos, laícos que están de acuerdo conmigo y predican ese mensaje desde mucho tiempo antes que yo.

El día de la Justicia del Señor ya viene y cada quien será medido según la vara con la que midió.

En la Segunda Lectura, San Pablo parece hablar en contra de nuestros sacerdotes. No nos confundamos, recordemos que también dice que están en todo su derecho de cobrar por su labor evangélica. Y es que nos guste o no el dinero es necesario mientras vivamos en esta vida; necesario más no indispensable, ojalá lo sepamos discernir.

Pero la frase que más se acerca a nuestra bien amada jerarquía eclesial es esa en la que el Apóstol dice: "ahora vengo a saber que algunos de ustedes viven como holgazanes, sin hacer nada, y además, entrometiéndose en todo". Cito esta parte del texto porque a veces pareciera que muchos prelados y hasta el Papa mismo en muchas ocasiones se pasan criticando cosas como el aborto, la libertad de culto, el matrimonio igualitario o la anticoncepción y generan división en la sociedad olvidando que somos un sólo pueblo con un sólo pastor, que es Cristo.

Inmediantemente después, San Pablo dice con cristiana paternidad: "Les suplicamos a esos tales y les ordenamos, de parte del Señor Jesús, que se pongan a trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida". Entendiendo esto, que sí, la Iglesia dentro de su labor profética necesariamente debe criticar y denunciar muchas cosas que suceden en el mundo. Pero a veces se queda callada, y si critica aquello pero lo otro no entonces ya no puede ser una Iglesia en paz. ¿En dónde quedan las críticas al capitalismo salvaje, el narcotráfico, las matanzas y crímenes cometidos en las dictaduras y también en las democrácias como aquellas que se hacen en contra de los gitanos en algunos países europeos; en dónde está la crítica abierta contra los homofóbicos que lastiman la dignidad de los hijos de Dios?

Es nuestra responsabilidad ponernos a trabajar. Acompañar a nuestra fe con las buenas obras. Amar al prójimo no es fácil, pero ese es el camino más cierto para alcanzar la Vida, entendida esta como la Eternidad con Jesús y María.

En el Evangelio, Jesús nuestro Maestro nos explica que muchas cosas aparentemente negativas pasaran por nosotros. Me gustaría poner esto en clave LGBTI. Él dice que "los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, pariente y amigos. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía". ¿Nos suena familiar? A mí sí, estas palabras del Maestro me recuerdan a los actos de los homófobos desde los púlpitos o desde las curules legislativas; en la televisión y en la Internet; en la escuela, el trabajo y la calle. Así que hagamos sagrado ese dolor y unámoslo al de Cristo.

Recordemos que ser gay no es pecado. Entendamos entonces que si Dios nos ha dado esta condición de vida es para que nos mantengamos firmes y en pie, demos testimonio de que nuestra fortaleza está en el Señor y ayudemos a todos nuestros hermanos, la humanidad que es también hija de Dios, a aprender a amar a sin distinción. Dios no nos necesita por si mismo, nos necesita por las personas que están a nuestro al rededor y sus carencias.

Una vez más les digo: hagamos oración, sí, pero demos vida a la oración y convirtámosla en obras, en testimonio fiel de Cristo Jesús. Una fe sin obras está vacía. Demos el ejemplo a todos nuestros hermanos los 'buenos católicos' y vivamos en sintonía con el Evangelio de Jesús y el testimonio vivo de su Santa Madre la virgen María; oremos por el Papa, los obispos y los sacerdotes y colaboremos con el Señor en su obra salvadora.

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