“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 17 de octubre de 2010

XXIX Domingo Ordinario

Primera Lectura: Ex 17, 8-13
Salmo 120
Segunda Lectura: Tim 3, 14-4,2
Evangelio: Lc 18, 1-8

Hoy Domingo, la Iglesia nos invita a rezar, y hacerlo con mucha insistencia, prácticamente nos recuerda que es completamente recomendable consagrar nuestras actividades de todos los días a nuestro Señor y así convertirlas en oración.

En la Primera Lectura y en el Salmo la Biblia nos enseña a través de estos dos pasajes que para todos los momentos de nuestra vida, pero principalmente en los que se refieren a los desafíos personales y sociales es imprescindible contar con el auxilio divino.

Las noticias son poco alentadoras, a lo largo de las últimas semanas hemos visto que los ataques de homofobia se reproducen por todo el mundo, en algunas ocasiones bajo el comando de líderes religiosos y en otras son dirigidos por representantes políticos, mientras que los casos de suicidios de jóvenes homosexuales han despertado una alerta entre los activistas a nivel mundial.

Paraciera que las corrientes de derecha al no poder derrotar la creciente tendencia de los gobiernos a reconocer los derechos de las minorías sexuales se ve obligada a sacar lo peor de si misma, como sucedió en Belgrado, Brasil o Estados Unidos. Y algunos prelados católicos no se quedan atrás y aportan su grano de arena al hacer declaraciones homofóbicas o discriminatorias como que el SIDA es una muestra de justicia inmanente.

Pero ante todas estas situaciones y aquellas que son de índole personal e igual de lastimeras, es muy importante recordar que "nuestro auxilio está en el nombre del Señor que hizo el Cielo y la Tierra". Por eso quiero retomar la frase de San Pablo en donde nos aconseja "convence, reprende y exhorta con toda paciencia y sabiduría" y la quiero unir al ejemplo de la doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Ávila.

En repetidas ocasiones y durante más de tres años esta mujer fue perseguida por la Santa Inquisición y el padre Álvarez, que era su guía y confesor no tuvo el valor ni la habilidad para defenderla. Con todo y eso ella permaneció firme en su fe y en la Iglesia logró la reforma de la orden del Carmelo y con eso la de toda la comunidad eclesiástica.

Cité a San Pablo por que es necesario que nosotros como católicos homosexuales nos informemos, estudiemos la Biblia entera con seriedad, nos llenemos de estudios científicos sobre las cosas que han causado homofobia institucional y finalmente seamos capaces de demostrar que ser homosexual (tal como lo entiende la sociedad de principios del Siglo XXI) no es una condición intrínsicamente desordenada ni es contraria a la Ley Natural, sino más bien una oportunidad más para construir el Reino de Dios desde nuestra condición personal en la que también se puede demostrar el Amor con creces.

San Pablo también nos dice "reprende". Esa labor la dejo a los obispos, presbíteros y diáconos que han escuchado la voz del Espíritu Santo al respecto de la homosexualidad, aquellos que han descubierto la misión del gay y la lesbiana al interior de la Iglesia y aquellos que defienden la condición humana de la persona no heterosexual ante los abusos que se cometen día a día en todo el mundo. Sé que son los menos, pero ahí están y nos apoyan con sus acciones y oraciones.

En lo que a mí respecta, en vez de reprender prefiero enseñar. Hacerlo con humildad y siempre escuchando los puntos de vista de mis hermanos homosexuales y heterosexuales cuando hablan sobre el respeto que la comunidad gay debe tener al interior de la Iglesia y así aprender más para poder enseñar con más sabiduría. Confío que hombres y mujeres de la vida consagrada unidos a los que no nos hemos consagrado seremos capaces de construir una Iglesia más incluyente en comunión con el Papa y todos los obispos.

Y exhortar con mucha paciencia y sabiduría porque los cambios en la Iglesia se dan de forma muy lenta. Las doctrinas homófobas van en contra del Evangelio, así que no nos cancemos de orar y predicar para que un día, y esperemos que más pronto de lo que nos imaginamos, la homosexualidad sea respetada tanto dentro como fuera de la Iglesia.

Todo esto para entender el ejemplo que Jesús nos da en el Evangelio. Dios hará justicia porque nuestra causa es justa. No pedimos venganza, porque eso no es cristiano, pero clamamos día y noche porque el corazón de la Iglesia se mueva hacia una postura más tolerante y tal vez hasta de aceptación, tal y como lo hizo en los primeros cuatro siglos de su historia. Únicamente mantengámonos con fe y lo que hoy nos parece imposible mañana será completamente posible.

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