“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

lunes, 27 de septiembre de 2010

Reflexión LGBTI de los Misterios Luminosos

1o.- El bautismo en el Jordán. (Mt 3, 13-17)

Alegría la que nos causa que en su gran Misericordia e inmenso Amor, el Señor nos dio los Sacramentos como garantía de Salvación para quien aproveche la Gracia. Bendito sea Jesús que nos dio el ejemplo y por el Bautismo nuestros pecados son perdonados sin distinción alguna. Por el primer sacramento todos somos llamados a la Salvación, y sin importar cuál sea nuestra preferencia sexual el Señor también nos llama hijos suyos, y por obra del Espíritu Santo nosotros podemos llamarle Padre. Aprovechemos nuestros ministerios bautismales de sacerdotes, profetas y reyes para anunciar y aceptar el nombre de Cristo y hacer de nuestra comunidad LGBTI una comunidad en comunión con el Evangelio del Amor y la inclusión y con la Iglesia que nos llama a la acción.


2o.- Revelación de Jesús en las bodas de Caná. (Jn 2, 1-11)

En un acto profético vemos en Eva la preexistencia de la figura de la Virgen María. Sin ninguna de ellas dos no tendríamos a Dios con nosotros, pues Eva lo hizo necesario y María lo hizo posible. ¿Qué sería de este mundo si no tuviéramos mujeres que disienten del sistema patriarcal y generan cambios más humanos en el mundo? ¿Qué sería de nosotros si después de que Eva invitó a Adán a comer del fruto prohibido, María no hubiera ordenado "Hagan lo que Él les diga", adelantando el momento de la Salvación? Agradezcamos pues la presencia de todas las mujeres que en la vida consagrada o en la seglar han movido y siguen moviendo a la Iglesia y son el apoyo de nuestros obispos, presbíteros y diáconos en su labor evangelizadora y ellas mismas como evangelizadoras. Pidamos a Dios que como Iglesia nos de la sabiduria suficiente para que aprendamos a escucharlas, respetarlas y hacerlas valer en su honor y dignidad como a la misma Virgen María.

3o.- El anuncio del Reino y llamado a la Conversión. (Mc 1, 14-15)

El momento ya llegó y el Reino ya está aquí. Somos constructores del Reino de Dios, y todos desde el Papa hasta el más pequeño de los laicos del mundo estamos invitados a aportar algo, bien a través de las Obras de Misericordia, la oración o la evangelización, pues el Reino se construye en este mundo. Como movimiento LGBTI dejemos de lado el falso orgullo que nos separa y transforma en mercancías y convirtámonos en verdadera comunidad no heterosexual para caminar en el sentido del Evangelio y tener algo por lo cual sentirnos realmente orgullosos: nuestra herencia de Luz y Salvación en Jesús nuestro Señor.




4o.- La transfiguración del Señor. (Mt 17, 1-15)

Jesús se lleva consigo a sus preferidos Pedro, Santiago y Juan para que sean testigos de la manifestación de su Divinidad, pues la blancura de su ropa y el brillo de su rostro son manifestaciones del Amor más puro y de la Sabiduría más alta. Veamos a los Apóstoles como signo del hombre del Nuevo Testamento y a Moisés y Elías como símbolo de los hombres de la antigüedad para entender que Jesús como verdadero Dios es para todos los hombres de todos los tiempos. Como San Pedro, deseemos permanecer toda la vida en la presencia del Señor, pero no nos confundamos y evitemos caer en fanatismos. Obedezcamos la Palabra de Dios Padre que nos ordena escuchar a su Hijo amado porque sólo a través de Él conoceremos su voluntad y su designio: Amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

5o.- La institución de la Eucaristía. (Mc 14, 22-25)

Jesús nos ordena hacer eso en conmemoración suya, instituye la Eucaristía para así cumplir sacramentalmente la promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Cuerpo entregado y Sangre derramada por todos nosotros para el perdón de los pecados. Acerquémonos al Santísimo Sacramento del Altar, adoremos la presencia de Cristo en la Tierra y acerquémonos a recibir la Comunión para ser en Jesús  uno con el Padre. Y si alguien pretende negarnos el derecho a comulgar argumentando nuestra preferencia sexual, demos la media vuelta, sacudamos el polvo de nuestros pies en señal de protesta y vayamos a recibirlo en algún otro templo con un sacerdote en mayor comunión verdadera con el Señor y su Evangelio.



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