“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

lunes, 27 de septiembre de 2010

Meditación LGBTI de los Misterios Gloriosos

1o.- La Resurrección de Jesús. (Mt 28. 1-8)

¡Glorias y Aleluyas cantamos en la mañana del Domingo de la Resurrección! Jesús venció a la muerte y resucitó de entre los muertos para que todo aquel que muera en Él (aun sin conocerlo) tenga vida eterna. Muramos al hombre viejo lleno de errores y egoísmo y resucitemos al hombre nuevo para dar vivo testimonio de que si nos reunimos en su nombre, por Él y en Él, la comunidad LGBTI también se puede llenar, seguir y practicar el Evangelio del Amor y la Verdad. Desde nuestra vida como parejas del mismo sexo o de personas que somos capaces de amar a alguien similar, invoquemos el poder que el Señor tiene sobre la muerte y seamos vida para el mundo, seamos el reflejo de la Luz en la oscuridad y el sabor de la Sal para la Iglesia. Glorifiquemos al Señor porque da vida a los caídos, dando las primicias de la Resurrección a su Unigénito y a nosotros la oportunidad de siempre renovarnos.




2o.- La Ascención del Señor al Cielo. (He 1, 6-11)

Restablecer el Reino, ¿Cuándo? Cuando el Señor lo diga, y entonces las cosas cambiarán. Siempre han cambiado y lo seguirán haciendo. Jesús se fue de la Tierra para sentarse a la derecha del Padre, pero eso también cambiará y Él volverá para juzgar a vivos y muertos. Contrario a los que nos han querido enseñar muchos de nuestros jerarcas no hay porque tenerle miedo al cambio ni a las actualizaciones que la Iglesia deba hacer según las señales de los tiempos. Restablecer -porque ya la hubo- la igualdad de los no heterosexuales al interior de la Iglesia, ¿Cuándo? Cuando llegue el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad, mientras tanto oremos para que llegue prontamente y sigamos siendo testigos de Cristo hasta los límites de la Tierra.

3o.- La llegada del Espíritu Santo.(He 2, 1-8)

El Señor siempre cumple sus promesas y apenas unos días después de ascender al Cielo nos envía su Santo Espíritu para renovar la faz de la Tierra. Los Apóstoles ya no sienten más miedo a la persecusión, sino que junto con los siete dones, los carismas y los frutos del Espíritu Santo que les fueron concedidos son capacitados para edificar la Iglesia del Señor, y lo hacen. Al recibir el don de lenguas y empezar a hablar en los diferentes idiomas del mundo y poder entenderlos, el Señor nos deja claro que la confusión de Babel ya no tiene ningún sentido. El Evangelio de Cristo ha de predicarse por todas las naciones y enseñar a todos los hombres y mujeres su mensaje de amor, inclusión y libertad. Oremos para que el Paráclito nos ilumine siempre y guíe nuestros pasos como comunidad católica LGBTI, pues nadie puede llamar Padre a Dios si no es por inspiración suya.

4o.- La Asunción de la Virgen al Cielo. (Cant 2, 8-13)

El Señor llama de esta Tierra a la Eternidad en cuerpo y alma a la Santísima Virgen María, que es Madre del Hijo de Dios. Ella, al no haber nacido con pecado original tampoco se ve obligada a probar la muerte de la carne, porque en la historia de la Salvación ha cumplido su misión al aceptar ser la Madre del Creador. Ella fue la primera evangelizadora y quien adelantó el momento de la salvación. Ella es quien nos acompaña en nuestras faenas todas las jornadas. Por su intercesión el Señor se conmueve con mayor facilidad que por la de todos los santos y ángeles del Cielo juntos. Oremos a ella para que el Señor ayude a la Jerarquía de su Iglesia a reconocer el papel que los homosexuales y nuestras parejas tenemos para con la comunidad y seamos capaces de cumplir nuestra misión de santidad en una Iglesia incluyente y humana.

5o.- La coronación de la Virgen María. (Ap 12, 1; Cant 6, 10)

Dios Uno y Trino corona a la Santísima Virgen María como reina y señora de todo lo creado. Sólo María merece esta gracia por parte del Señor. Ahora corren los tiempos de la cristiandad y es necesario que lo demostremos. Pongamos en María nuestra fuerza para rebatir los embates de injusticia que vienen de lo más alto de la Jerarquía de la Iglesia hacia la comunidad LGBTI y oremos para que la realeza divina de Jesús y de María, su madre, obren grandes cosas a través de nosotros, los no heterosexuales, para que cosas como el matrimonio civil igualitario y la adopción homoparental sean elecciones personales válidas en todos los países y verdaderos signos de justicia social y santidad cristiana.

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